domingo, octubre 28, 2007

XXIV.- Amigos, vosotros amaís EL AMOR




París, 14 de septiembre


Queridos amigos:

Aquí me tienen esta noche, muy cerca de una ventana abierta a las estrellas, alumbrada por un tímido candil, con mi pluma y tintero, dejando para más tarde la escritura de una misiva para mi adorado Savinien y escribir para vosotros y hablaros del AMOR.


Sé ahora, según me han confesado, que algunos de vosotros aprovecháis las horas de descanso del Caballero de Bergerac para aproximaos a sus aposentos y secretamente leer las cartas que para él escribo.Os confieso que no me molestáis con ello, que os respeto y creo además que este seguimiento de nuestro amor no tiene ápice de maldad, pero hoy me ha sorprendido sobremanera esa nota anónima que he recibido de uno de vosotros, donde leo que muere irremediablemente de amor y de celos, que pasa los días esperando las cartas destinadas a mi amado primo, para sigilosamente tomarlas a media noche y leerlas.


Pues sí, me ha sorprendido y preocupado, porque no quiere esta señora que alguno de vosotros padezca la angustia del desamor, pero medito y os digo que estáis equivocados, aunque he de agradeceros todos esos sentimientos que a mi entregáis. En el amor, tal como lo es el nuestro, el amor y los celos no pueden andar de la mano. El amor verdadero es libertad al volar sobre el cielo azul, confianza, respeto de espacios; porque cuando se ama todo es transparente, brillante, limpio y lo más importante, es que el amor real es entre dos que llegaron a ser uno.


Quiero deciros caballeros que esta mujer sólo sabe amar a su Cyrano, que no esperen que un día la fuente de mis besos, palabras, caricias hacia él se sequen, porque eso no ocurrirá jamás. Mi amado alimenta cada instante el AMOR, me sorprende, me sonríe, me guía, me enseña, me deja entrar en sus sueños, deja volar melodías que perfuman mis oídos, me hace temblar sin tocarle, sus manos escriben hermosos poemas de amor sobre mi blanca piel y por encima de todo, construye para ambos un tiempo en que ya por siempre yo repose en su pecho.Y llegará el día en que nuestras manos trabajen juntas; en que nuestros ojos se liben el mismo cielo azul, siempre azul; en que nos abrace la misma brisa y… amanecerá y perecerá el sol y nosotros nos seguiremos amando.


Déjenme deciros, respetados caballeros, que esta señora ama a ese señor, pero quiero que sepan también, que aquí estaré siempre, para recordaos que sí, que el AMOR existe y que no es a mi a quien aman, en realidad vosotros AMAÍS EL AMOR, este el amor de nosotros dos y que aunque sólo ÉL es mi delirio, vosotros seréis hasta el final de los tiempos mis más preciados amigos.


Agradecida, quedo a vuestros pies.

Roxana de Bergerac.

XXIII.- Canta conmigo que quiero decir que eres TÚ, mi delirio




París, 13 de septiembre
Mi amado Cyrano:
Quisiera hoy responder a todas esas cartas que ha dejado bajo el ladrillo para mi. Por ello he vuelto a tomar cada pergamino que me trae su amor, pasión, delirio de estar conmigo, pero también he pensado que mañana es 14 de este septiembre lluvioso y no podremos estar juntos tal como nos lo habíamos propuesto.
He de confesarle mi señor, que este no ha sido un mes en el que a cada momento desde mis labios broten esas sonrisas que usted tanto ama, porque según me dice, iluminan mi rostro; en el que el arco iris habite en mis ojos. De verdad he luchado tratando de encontrar la fortaleza para aceptar todas esas cosas que la vida nos pone por delante, pero que lamentablemente no nos enseñan a afrontar.
A veces, mi señor, me siento pequeñita y siento al mundo tan grande arropándome. En ese momento deseo convertirme nuevamente en aquella mariposa lunar, azul, que un día voló hasta usted para luego posarse en su hombro y sentir la tibieza de su rostro; quisiera estar con usted en mi tristeza, en mi alegría y en mi sufrir, porque en usted se encierra toda mi vida y si no está conmigo mi vida, no sé que hacer.
Mañana 14, al amanecer me gustaría sentir como la hiedra del amor atrapa mi cuerpo; sentir en mi espalda ese amor delirante que abraza mi alma, que es pasión que atormenta mi corazón. No podrá ser, pero mañana 14, levantaré mis ojos al cielo azul, siempre azul, y buscaré alguna nube cómplice que vaya a su encuentro y dibuje ante sus ojos una de esas sonrisas que tanto le gustan y le expresen como es de inmenso en el fondo de mi corazón mi amor por usted y le digan además, que yo soy sólo dichosa de sentir que usted me quiere también; que le digan que no me canso de saber de su amor; que no me cansaré de repetirle por siempre cuanto lo amo, porque esa es mi verdad.
Mañana 14, mi señor, no dejaré a los duendes cansados que quieren habitarme vivan en mi, porque mañana 14, aunque distantes, no habrá niebla que me hable de silencios.
Por siempre suya, quien le ama con todas sus fuerzas.
Su amada Roxana.

sábado, octubre 27, 2007

XXII.- Una estrella


30 de julio
Quizá muchos días he estado sin escribirle, pero sólo ha sido eso, no escribirle, porque pueden interrumpirse palabras que viajan en galope sobre un pergamino, pero jamás se interrumpe lo que conmigo siempre está, lo que en ocasiones siento me ahoga al no poder respirarle y me hace sentir deseos de brotar como espiga en la tierra que usted esté pisando, ser la brisa que en este momento le esté silbando al oído o quizá simplemente ser una mujer que a escondidas y silenciosa le pueda estar contemplando.
Muchas cosas quiero deciros mi señor mientras pienso muchas otras, cuando son cerca de las cuatro de la mañana de este día que recién despertará flores, árboles, aves, mujeres, hombres y niños. Hace algunas noches cavilaba sobre la vida, la muerte y la eternidad del amor y recuerdo que un día hablamos sobre el fin del amor en la tierra. Hablamos de que el amor de dos seres unidos por ese sentimiento bendito, termina en la tierra cuando uno de los dos se marcha a contar historias nuevas y viejas a los abuelos, y es fin en la tierra, ya que sólo es un viaje a otro espacio, donde el que parte, hace el camino que de seguido tomará el otro para continuar el relato que no terminará jamás.
Repentinamente, sin saber el por qué, se ha asaltado mi corazón al soñar que galopaba sobre un gran caballo blanco de crines azules. Iba sonriendo mi señor y sabía que me dirigía a un hermoso prado cubierto de rosas, en donde un sin fín de manantiales tejían la tierra. Mi corazón era corcel y sentí que rápidamente arropaba las agujas que se comen el tiempo. Pero ahora, en esta hora, en este prado en el que estoy, donde no hay ningún caballo blanco de crines azules, ni flores, ni ríos, ni usted, he pensado en que si llegara usted después de mi, no olvide tomar mis sueños, mis risas, mis manos llenas de amor sólo suyas y galopar junto a mi. No sé decirle que está sintiendo mi alma, si miedo, tristeza, frío, calor o ansias o quizá sea que quiero tomar las alas de ese caballo y llegar hasta usted.
Son tantas cosas que quiero conversarle mi señor, hoy que extraño el calor de su mirada y el abrigo de su cuerpo, pero le referiré lo que más me golpea en este instante. Hoy terminará un ciclo que nunca pensé haría tanta falta a mi vida. Durante seis meses tuve en casa una flor que fue pintada por su manos amado, y a la cual creo le he regalado unos nuevos pétalos, pero la vida está hecha de ciclos y por encima de todas las cosas, debe estar hecha de libertades. Otro jardín gozará de su aroma y color, de su alegría e ímpetu. Ahora quiero dar gracias a Dios, a usted, a ella, al destino, por haberme dado la oportunidad de cuidarla, protegerla, regarla y por encima de todo, amarla.
Quizá es como dice usted, una flor que siempre soñé o un árbol de sombras que ella siempre anheló, pero creo que más bien es una de las cuatro estrellas que sobre su vida, mi amor, posó Dios.
Amado, volveré a montar ese caballo, no sabiendo hacia donde me dirijo, pero sepa usted que a donde vaya, siempre le estaré esperando, porque sepa también usted que siempre le amaré como le he amado hasta hoy, ya sea en mi tierra, en su tierra, en nuestra tierra. Le amaré a través de las raíces de su pasado, de sus temores y alegrías. Le amaré en mi vida, en su vida, en nuestras vidas, pero también le amaré desde el cielo, le amaré desde cualquier otro espacio o quizá prendida desde el borde de una timida estrella.
Por siempre suya.
Su amada Roxana.

XXI.- Angustia



París, 13 de junio

Amado mío, hace días quiero escribirle, pero es bien sabido ahora por usted que todas las cuentas, letras, números y citas en mis manos se han borrado y eso ha desencajado mi vida.


Unos días atrás fui a buscar pergamino y el tintero. Allí encontré una carta de amor mi señor. Sí, una carta de amor, de un amor que no existió. Esta misiva también logro nublar todos mis sentidos y fue en vano mi intención de escribirle en ese día.


En este momento, en que siento tan mías aquellas palabras de angustia, que usted un día me escribió:


Son tuyas mis quimeras hoy

vuela el amor cuando te pienso

pero me entristece la verdad

porque te busco a mi lado

y no te encuentro…


es, entonces que siento que me consumo y no logro aliviar el alma que me duele, quizá porque presienta que usted está igualmente con dolor en su alma al pensar que no pueda calentar su cuerpo con mis ojos cuando le miran, que no pueda hacer brillar sus sonrisas ante el mundo, que no pueda calmar la sed en sus labios con mis besos y de repente vuelvo a leer cada una de sus cartas y esa carta que no llegó a su destino.


Esa carta fue escrita por mi hermano hace unos cuantos años y hoy que sé que no puede escucharme, lloro su ausencia. Sólo le pido a Dios le permita desde el cielo leer nuestras cartas amado, para que sienta que ese amor que soñó y que nunca conoció, ahora es vivido por su hermana; que ese amor que a veces sólo necesita de una pequeña sonrisa, de una palabra, de un gesto, está anidado en nuestras almas amor.


Amado sé que esta carta, por más que lo intento, no logra ser un torrente escarlata de pasión, ni lleva el aroma de los tulipanes que me gusta tomar cada mañana. Además, de que no puedo secar los mares en mis ojos. Pero cómo hacer amor, si debo guardar el canto de las aves, aunque me muera por querer dejarlas libres para volar y que usted escuche mi canto.


Discúlpeme mi señor, por toda esta nostalgia que nada hoy por mis venas, pero cómo he de ocultarle que de no verle, de no saberle, me siento caer en un mundo de lenguas lejanas y desconocidas, donde todo lo que se escucha es silente a mis oídos, donde todo lo que existe, no existe, donde todo lo que se mueve está estático.


Sí, discúlpeme, pero sepa usted que todo esto que siento es por no poder amarle de otra forma, además de que es la única manera en que se puede amar y es la manera en que siempre le amaré.


Es cierto aquello de que Su ella llora. Si cielo, lloro y por esto también le pido disculpas, porque la distancia en este día silencioso me golpea.


Por siempre suya.
Su amada Roxana.

domingo, septiembre 09, 2007

XX.- Cómplices... las nubes.


París, 22 de mayo


Mi amado caballero:


Cómo decirle lo que siento al encontrar bajo mi almohada esas misivas que aprieto contra mi pecho y plumas se deslizan en mis sentidos y sonrío y río y una lluvia de cristales delinea mi rostro. Son muchas emociones, hasta tristeza por saber que estuvo contemplando mis sueños y mi cuerpo cansado no se despertó con el fuego de sus ojos, pero amado, soñaba, sí, soñaba. Sueños que no tienen distancia, sueños que huelen a mar, a rosas, a canto de ruiseñor, a hoguera… porque si usted no está, usted me acompaña, porque siempre dejo abierta una rendija de mi alma para que se cuele y me abrigue en la espera.


Recuerdo aquel día que me descubrió vestida de mariposa lunar y aquel otro día que me convertí en lucero y cuando me percaté que el sueño lo estaba venciendo, me confabulé con las nubes para que me envolvieran en sus tules y ocultaran el resplandor de mis ojos. Usted pudo descansar y volar al mundo de las hadas azules mientras yo velaba sus sueños.


Presiento que en esta oportunidad, fue usted quien se confabuló con ellas, me visitó, sus mirada acarició mi cuerpo, hurgó mi almohada y dejó las cartas. Ahora leo sus cartas y logro divisarlo. Lo veo en esa montaña, trepado sobre esa piedra y recuerdo “el amor duele”, sí, duele, pero también sé que sólo el amor puro, verdadero, limpio duele, aunque parezca contradictorio cielo, es así.


… y lo veo encima de esa roca, tratando de asir las nubes despeinadas por la brisa, gritando en silencio y en ese momento ansío tomar esa misma alfombra dorada de anhelos, palma de los sueños y buscarle, besar su frente, hablar, escucharle y reír sólo para usted, hasta que mis sonrisas hagan eco en su rostro y podamos libarnos la paz que nos regala la vida cuando nuestras manos, nuestros ojos, nuestros cuerpos, nuestras almas se rozan… entonces, sobre esa piedra seremos leños encendidos aquietando tempestades.


Amado mío, en este momento veo ese lazo azul, ese nudo, ese cielo que hemos construido, me abrazo al viento fuertemente para que mi aliento llegue a su espalda y vuelvo con picardía a guiñar un ojo a las cómplices nubes: vayan de prisa, den sombra sobre sus huellas, calmen el calor de sus venas… sé que llegaré y seré yo quien le de sombra, quien refresque sus ansias, quien le de abrigo, quien le consienta, cuide y por encima de todas las cosas, yo soy quien le seguirá dando el amor tal como lo esperó, como lo soñó.


Cielo, no piense nunca en dejar de pensarme como dice, para que yo pueda volar en paz, ya que tampoco yo sé cómo hacerlo y yo tampoco quiero. Para volar en paz se necesitan dos alas y mi otra ala está atada a su vida.


Quien le ama con todas sus fuerzas,

Suya por siempre.

Roxana.

lunes, septiembre 03, 2007

XIX.- Así se hace un poeta


París, 02 de mayo


Mi adorado caballero de Bergerac:

Hace ya tantas lunas que no le escribo, pero no piense ni por un instante que el amor se hace lejano, porque ya le he dicho mi señor, que no hay ni habrá nada en esta vida que venza el amor que guardé para usted. Ha sido un tiempo sin letras, un tiempo de tanteos agónicos buscando reabrir permanencias, sentía que llovía muy lejos y los relámpagos apenas parpadeaban. Aquí, los vientos quietos y un olor a mares sin olas, de pasos perdidos en un bosque del tiempo. Hoy tengo sed y por ello romperé el silencio, no estaré más tiempo quieta, ensarto las perlas que cayeron al piso. Se que mis letras siguen vivas y crepitan en mis labios y en este rincón lleno de infinitos latidos.

Amado, tengo tantas cosas que contarle, pero es que en ocasiones sólo logro pensar y soñar en ese día que ya por siempre repose mi cansancio en su pecho, pero ahora no le hablaré de mis ansias, sino de algunas alegrías de estos días y adelantarme a esa carta que presiento pronto recibiré.

Es bien sabido por usted, mi fascinación por la poesía, por ese mundo de letras que nos permite volar, soñar, reír, llorar y palpitar. Sabe también que en su ausencia me dejo habitar por versos de poetas admirados que logran dibujar grandes emociones ante mis ojos.

Por esta pasión revelada, recibí una invitación de una amiga venezolana para asistir a un recital poético. Dudé en aceptar, pero decidí viajar a ese hermoso país, donde he conocido la magnífica hospitalidad, seres cálidos de cuerpo y espíritu, seres joviales y un increíble paisaje de mares inmensos y montañas abrazadas a los cielos. Pero le contaré de Venezuela y su gente más adelante, ya que ahora sólo quiero revelarle ese otro gozo que me invade.

Debe recordar mi amado caballero, aquella primera noche que logramos encontrarnos a orillas del Sena, aquella noche que alimentó mi alma con esas pequeñas cosas que sustentan mi mundo; con la naturaleza que parecía estática ante nuestros ojos, pero que se dibujaba con más de mil colores; con los tulipanes que me entregó y que a veces parecen adornos inmóviles, pero que me hablan con su forma y con su aroma; con sus manos que sentía sin tocarlas y con aquellos versos tomados de un libro que leyó sólo para mi.

”Se amaban. No estaban solos en la tierra;
tenían la noche, sus vísperas azules,
sus celajes.

Vivían uno en el otro, se palpaban
como dos pétalos no abiertos en el fondo
de alguna flor del aire.

Se amaban. No estaban solos a la orilla
de su primera noche.
Y era la tierra la que se amaba en ellos,
el oro nocturno de sus vueltas,
la galaxia.

Ya no tendrían dos muertes. No iban a separarse.
Desnudos, asombrados, sus cuerpos se tendían
como hileras de luces en un largo aeropuerto
donde algo iba a llegar desde muy lejos,
no demasiado tarde.”

Recuerdo como el rocío escapado de mis ojos me surcaba el rostro y usted se libaba cada gota de mis emociones con sus besos dulces de caña y sólo atiné a preguntaros quién había escrito esos versos. Usted me respondió “los escribió el maestro, el poeta perdurable de estos últimos tiempos, el venezolano Eugenio Montejo”.

Ese nombre quedó tallado en mi del mismo modo en ´que las burbujas que desaparecen de inmediato sobre la superficie del agua quedan en la memoria de quien se detiene a observar, porque con efímeras flores habla la tierra, con corolas, con pétalos llenos de aromas, de polen, de deseos´. Por ello me dediqué a buscar cada poema escrito por él.

Mi señor, lo que os quiero decir es que he vuelto a llorar, he vuelto a soñar, he vuelto a recordar cada palabra pronunciada en sus labios, porque el poeta, el maestro Montejo estaba en ese recital al que asistí. Un caballero, un señor, que tiene sobre sus letras, entre otras cosas, el Premio Nacional de Literatura de Venezuela. Todo esto me llenó de una gran alegría, que hubiese querido vivir junto a usted, pero aunque faltaba, una sombra que alumbraba (si, alumbraba) cada rincón en ese recinto me decía que mi amado estaba junto a mi.

Cruzamos palabras, cruzamos nuestras manos y pude decirle, quizás lo que tantas veces ha oído, pero como no expresar lo que sentía en ese momento en que mi corazón era un corcel alado y desenfrenado, recorriendo el Sena y oyendo su voz en mi corazón. Una sonrisa muy franca me entregó y estas sabias palabras: “Observa con muchos ojos, siente con un corazón siempre abierto, ama sin reservas y escribe... así se hace un poeta”. Fue en ese momento que recordé lo que un día le escribí a usted, mi amor

Me bastará cerrar los ojos
aferrarme a los recuerdos
que habitan en mi cuerpo
en mi mirada
en mis manos

y pensar
que un poema es
lo que se vive
sólo antes de escribir.

Todo esto quería deciros hoy que me siento más suya.


Quien le ama con todas sus fuerzas
Su amada,
Roxana.

XVIII.- Escape en Les Champs Elysses


París, 1 de abril


Mi amado caballero:

No le extrañe que en este día le escriba. En realidad que más diera por hacerlo todos los días, pero sepa usted que mis pensamientos le albergan a cada instante y mi alma constantemente se pelea con mi cuerpo por viajar hasta usted.

He de contarle que esta madrugada mi alma oprimía mi cuerpo. Puede ser difícil entender esta expresión, pero es como que quisiera nuevamente abandonarme para llegar hasta usted. Al percatarse que el cuerpo le apresaba, peleó y se agitó. Después la sentí desolada y fue cuando se escondió en los pliegues de mis manos. Quizás por eso he despertado antes de que el sol se izara como bandera, para desbordarse luego como crisálidas desde el cielo.

Decidí arreglarme y salir en compañía de las fieles doncellas que me cuidan en su ausencia. Rumbo a ese paseo matutino, una de ellas, intranquila, me ha preguntado por usted mi señor. Le he explicado la ardua labor que en estos días lleva a cabo para dar forma a esa empresa de sueños que diseña y ha quedado más serena con mis palabras.

Con gran entusiasmo nos dirigimos a la Plaza La Concordia, para hacer el recorrido de Les Champs Elysses en dirección al Arc de Triomphe. Les Champs Elysses, esa cóncava y majestuosa avenida donde se citan duendes y fantasmas en los cafés para platicar de la realidad de los hombres comunes de hoy. Oh, ¡mi señor!, ¡mi ciudad luz!, santuario de sabiduría, mágico mundo de museos, calles, verdades, mentiras, artistas y poetas encrespados de emociones inexplicables, sentados, extasiados soñando en las plazas donde la historia agitó banderas de revolución.

Todo París, todo usted amado, permanecen en mi memoria por siempre y preservan en silencio la grandeza de vivir. Mi ciudad tejida de serpientes cristalinas, espejos que me muestran las aves que danzan al compás de la brisa y el amor que a su lado conocí.

Han pasado las horas y desde aquí le escribo, desde mi café, donde espero que el garzón que por aquí merodea me entregue tulipanes y que el reloj pinte el arco de las tres... mientras tomaré un aromático café.

Amado, en este momento mi alma si pudo ser libre, se escapó por unos instantes y ha vuelto con estas palabras: “Gracias por permitirme volar hasta él... le he visto y he acariciado su rostro cansado... muy pronto estará bien... vuelve a casa".
Y es así, sí mi alma le sabe bien, yo estaré bien... ella presiente sus alegrías, sus malestares, su tristeza.

Por siempre suya,
quien le ama con todas sus fuerzas,

Su Roxana.

domingo, agosto 26, 2007

XVII.- ¡Feliz cumpleaños!



París, 17 de Marzo de SIEMPRE...

Amado mío:

He de confesarle que anduve en el día de ayer recorriendo jardines y plazas de esta luminosa ciudad. Luego me dirigí al Café Petit a recoger tulipanes que un respetuoso caballero venezolano había dejado para mí. Sé que esto le sorprende mi señor, pero en realidad fue un gesto bondadoso. Por cosas del destino este caballero leyó esa misiva que envié a usted el pasado 14, donde hablaba de nuestro 14, de ese día que celebramos nuestro nacimiento al amor, y pensó que me encontraba muy triste por no pasar ese día junto a usted. Seguidamente, mientras caminaba de regreso a casa con las manos llenas de flores, pensaba qué podría entregaros en este día en que celebráis vuestro cumpleaños, este día que he de agradecer a Dios durante toda mi vida.
En mi paseo, pensé muchas cosas... compartir estos tulipanes con usted, pero al recapacitar y saber que en ese viaje no podría brindarle mis manos para que llegasen aún tibios, desistí de la idea. Mi pensamiento se llenó de imágenes hermosas y me propuse escribir un poema, pero decidí no atrapar palabras y dejarlas libre en los aires. También me imaginé tejiendo con rayos robados al sol, una manta para que usted pudiese arroparse en esos días en que no consigue mi cuerpo, pero supe que no estaría lista mi labor para este día. Pensé en cerrar mis ojos y permitir que esa mariposa azul me llevara en sus alas hasta usted. Pensé en hacerle un rico pastel y bordarlo con hilos de almendras, moras y fresas mi señor, pero después pensé que usted no debe abusar de estos manjares.
Pues, después de tantos sueños revoloteando en mi, decidí escribirle esta carta y enviarla rápidamente, para que mañana al despertar, una vez más sepa cuanto lo amo. Sé que no hay mejor presente para usted en este su día.
He de decirle en estas líneas mi señor, que esta humilde dama del mundo, que escribe, que sueña con caballos alados, que daría su vida tan solo por llegar a la dicha eterna en su corazón, que sonríe al mundo esperando le devuelvan alguna sonrisa; esta dama que pinta en los cielos con los colores que despojó al arco iris para posarlos en su paleta; esta dama que soy yo, hoy quiere brindar por usted, hoy quiere contemplar ese rostro donde habita mi alegría, hoy quiere tomaros de las manos y caminar, hoy quiere desear un hermoso día donde sólo el azul coloree los cielos, un día en que todas las aves reciten al mundo su canto, en que los árboles en el bosque muevan sus ramas cuando la brisa les bese.
Esta misiva es mi presente y va colmada de mis mejores deseos en este instante, en este día, en esta vida, en nuestra vida. He de terminar diciéndole las palabras que todo el mundo repite, pero que como habrá notado, ya se las dije antes de otra manera: ¡Feliz cumpleaños mí amado Savinien de Cyrano Caballero de Bergerac!

Quien omnipresente celebrará con usted cada día de su existencia.

Por siempre suya,
su amada Roxana.

XVI.- Hoy 14, repetirle mi razón de existir



París, 14 de Marzo



Adorado caballero:

Hace apenas unos minutos recordaba la última carta que le envié, donde le comento de mis andanzas con Scherezade, y mi promesa de contarle otras aventuras, pero en este instante son otras cosas las que están provocando que mis manos desborden algunas palabras para usted.

Quizá esta misiva no lleve muchas más palabras de las que ya le he dicho mi señor, pero como dejar pasar este catorce, y no decirle en este día en que celebro mi nacimiento a la dicha, ese que he llamado el reestrenar de mi vida, ese día en que con sus manos tibias apagó el oscuro terciopelo de soledades y mis dedos no volvieron a hojear tristezas. Ese día en que anidé las rosas en mis ojos y me bebí de su boca el aliento azul de los mares y esa paz del hombre que siempre esperé; deciros que agradezco no sólo mi nacimiento, sino el que en ese momento descubrí la razón de mi existencia.

Hoy, lamento el no poder cumplir esa promesa que nos hicimos de vivir cada 14 juntos, pero sé que aún hay muchísimos 14 por delante para que nos dejemos arropar por cielos azules, mientras la música calma nuestras ansias.

Hoy no le veré, pero quisiera repetirle algo que ya os he mencionado, y es que sepa que seré feliz si usted lo es, que sonreiré siempre para usted. Nunca amado, oculte sus preocupaciones o penas a mi, es imposible, porque presiento siempre su sentir y quiero saber que toma mis manos.

Mi adorado caballero, hoy 14 esperaré el ocaso con una plegaria en mis ojos, para que Dios me permita esculpirme por siempre en alegrías y pueda mostrarle sólo el color de mis sonrisas. Que me permita trocar los guantes que seducen por vendas tibias y posarlas sobre el cansancio en su cuerpo, girar a la izquierda las oxidadas agujas y tejerle en este día una hermosa historia, desvanecer lo que fue y esperar una nueva hora junto a usted mi señor.

Amor mío, hoy mientras trabaja, imaginaré libarme caricias de sus ojos menudos y sienta usted que mi silencio sin manos le roza... sonrío por usted y para usted en este nuevo 14 en nuestras vidas, en este nuevo 14 en que sé que es usted mi razón de existir.

Por siempre suya,
Su adorada Roxana.

domingo, agosto 19, 2007

XV.- Mis viajes con Scherezade... revelar el amor.


París, 5 de Marzo de 2004.

Mi amado Cyrano:

En este momento sólo me acompaña la tenue luz de mi candil, mi pluma, mi tintero y este pergamino... afuera la brisa espera mis letras para que vuelen en alas del tiempo hasta usted, mientras pienso en su ultima misiva, llena de remembranzas de su niñez y no puedo evitar que el rictus en mis labios delate la alegría por imaginar en mi cielo a un niño que desde siempre ha transitado en un jardín de caballos alados con su espada, sirviendo a los deseos del amor.
Me confiesa que todos estos relatos pertenecen a su intimidad... es entonces que he decidido ascender a una alfombra tejida con hilos de sueños y rememorar lo que ya estába escrito, hablarle un poco más de su pequeña.
En realidad puedo resumir mi niñez con pocas palabras, mi señor, porque usted ya sabe que fue corta, que siendo aún niña tuve que destejer mis crinejas y hacerme un apretado moño, pero si me habla de sus andanzas con ese testigo de la primera vez, hablaré un poco de mis paseos con quien me habló de su existencia también por primera vez.
Le cuento que mi madre acostumbraba cada noche, con la mágica realidad de su presencia, reunir a sus tres muñecas de verdad y pintar con palabras un mundo fantástico y hermoso. Así lograba trasladarnos a rincones increíbles. En uno de esos viajes conocí a una linda doncella, realmente cautivante y con un ingenio indescriptible. Recuerdo que su mirada reflejaba sabiduría y llegué a admirar su talento, aún más, cuando de manera casi imperceptible tomaba cada palabra de mi madre y continuaba ella el relato. El nombre de esta doncella es Scherezade.
Cielo, fue a Scherezade a quien por primera vez escuché hablar de amor y pasión. Recuerdo que era un relato sobre Unsal-Wudjud y su amada. He de confesarle amor, que no entendí claramente y le interrumpí para preguntarle que era amor. Ella me dijo:

--“Has de saber que el amor es algo muy duro, que ocultarlo causa un dolor capaz de derretir el hielo, es causa de enfermedades y sufrimientos, mientras que por el contrario, nada puede reprocharse a quien revela la pasión que siente”

-- Si duele, no quiero saber de amor!!! -le dije.

-- No podrás ya evitarlo, esa historia ya está escrita, pues hace más de mil y una noches que ÉL te ha presentido.

-- ¿Qué? ¿Quién es él? ¿Qué tiene que ver con amor? -le pregunté.

-- No te afanes niña, ese día, que ya está escrito, escucharás una dulce voz que te pedirá tu llanto acabar. Esa voz tendrá olor, olor a mares, sabor a sueños, color de vida. En sus manos traerá rosas deshojadas y con etérea pasión las lanzará al viento. Tomará tus manos y luego un abrazo que cubrirá tus penas, te besará sin pronunciar palabras y quedarás dormida en sus brazos. A partir de ese día no volverás a estar sola... omnipresente en tu vida por siempre estará, porque ese día reestrenarás tu vida para cumplir tu misión... amar y dejar sólo enterrada tu soledad –me dijo.

Amado mío, os aseguro que no sabía de qué me hablaba, pero ahora sé que esa historia si estaba escrita y qué usted es ese caballero que mi querida doncella refería en sus palabras.
Sepa usted que os escribiré nuevamente para hablarle de muchos otros cuentos que escuché de la ingeniosa amiga. Cuentos que escuché noche tras noche, aún después de que mi madre partiera a los cielos azules a contar historias a los viejos.
A cada instante grito a los cuatro vientos, a hombres y mujeres que yo le amo, pues he de preferir revelar esta pasión, a sufrir o enfermarme como me advirtió la talentosa e inolvidable Scherezade.

Por siempre suya.
Quien le ama,
su adorada Roxana.

XIV.- Quebranto...


París, 21 de febrero de 2004.

Mí amado caballero Cyrano de Bergerac:

Hoy he amanecido como siempre, con muchos deseos de usted, y cuando digo deseos quizás puedan pensar que es la carne de mujer la que anhela no sentir frío, pero cómo explicarle que este deseo es otra cosa, que este deseo se calma tan sólo con un instante de sus ojos, con una palabra de sus labios, con una caricia tibia de sus manos.

Le confieso mi señor, que he tomado nuevamente todos los pergaminos que albergan sus palabras, y las he leído todas, una y otra vez, tratando de volver a la calma sin estas ansias. Es entonces, amado primo, que puedo reír, brillar, llorar y sólo pensar en este amor puro y reconcentrado, mientras que le imagino escribiendo, y es que por momentos lo olvido, es por ello que os pido me disculpe.

Sé mi amor, que no puedo seguir pidiendo a nuestro Dios con esta vehemencia que me dé la oportunidad de convertirme en ave o mariposa cuando mi necesidad de usted sea tan inmensa - creo que aún sufro de la entelequia por mis febriles quebrantos de anoche-, pero amor mío, no puedo apartar de mi este deseo desmedido de entregarle mi amor a cada instante, de ver las rosas anidar en sus ojos, de sentir mis manos temblando de felicidad cuando acarician sus sienes cansadas, de leer en cada palmo de su cuerpo la poesía que hemos pintado sobre el amor, de que salgamos al prado a buscar flores y frutas, mientras el aire se peina con nuestros besos, como me ha escrito uno de los nobles caballeros que siente la existencia de Dios a través de nuestro amor, de darle mis “palabras de terciopelo celeste, alados lechos de amor acariciando el puente que une la música y su silencio”.

Amado mío, perdone hoy este quebranto, que estoy segura pasará, sólo quiero decirle que le amo como nunca nadie jamás amó y se me antoja gritarlo. La luz de nuestro amor, no es luz sobre su cuerpo y el mío, es la luz que permite a hombres y mujeres de este mundo sentir que Dios existe.

Por siempre suya,
Su amada Roxana.

lunes, febrero 27, 2006

XIII.- Mañana es 14...



Paris, 13 de Febrero.

Mí amado caballero Cyrano de Bergerac:

Primero he de referirme a su última carta, la cual no era para mi, "MI ELLA ES", pero es la que estará prendida de mis sentidos, de mi existencia, porque en ella, más que hablarle de mi a los respetuosos amigos que Dios ha puesto en mi camino para cuidarme en su ausencia, me habla del amor que nos cobija y de su nobleza. Y tiene usted razón mi señor, ELLA, esa que soy yo, si llora y llora de alegría y llora por las cosas que ponen a prueba nuestra valentía, nuestra capacidad para entender que Dios es quien hace que se haga y lloro por ese manojo de espigas de oro que ha puesto a mis pies.

Amado, lo otro que quiero referirle es que me encontraba pensando que dentro de muy pocas horas, será de nuevo un día 14 y una nube triste, pero muy frágil flotaba en mi cielo azul. Recordaba nuestra intención de vivir cada día 14 juntos, además, dicen los aldeanos que mañana se celebra el día del amor. Eso, aunque yo no lo entiendo, me puso a imaginar cosas que debería hacer mañana para celebrar por nuestro aniversario y por el día del amor, pero desistí de la idea mi amor, ya que creo ilógico pensar en algo que nosotros celebramos cada instante de nuestras vidas.

Sé que no será posible que mañana nos veamos, y aunque eso golpea mi corazón, me llena también de mayores ansias por ese encuentro que pronto la vida nos regalará. Mañana, amado mío, recorreré las plazas y parques que rodean nuestra bella ciudad y pondré especial atención en las parejas que encuentre a mi paso, tomadas de las manos, con sonrisas de colores, calmando la sed en los labios, quizás esperando el descuido de quienes les ven para acariciar sus cuerpos... y en cada una de ellas veré nuestras vidas. Pero querido primo, no crea que permitiré que la nostalgia y la añoranza me invada, no!, por el contrario, sonreiré mi señor, al acariciar la certeza de que nuestro amor está por encima de fechas, de tiempo, de espacio... está por encima de presentes, de regalos, de presencias, ya que este amor está dentro de nuestras vidas y se dibuja ante los hombres en el cielo azul, en la sonrisa de las estrellas , en las caricias del viento...

No nos veremos amor, pero mañana al despertar estará usted prendido en mis ojos, y quiero que sepa además, que en ese preciso instante mis pensamientos volarán hasta usted para entregarle tan solo uno de mis besos. Mañana amado mío, a medida que transcurran las horas, sepa usted que le amo y que pienso en que quizás ahora somos cuerpo sin cuerpo, pero recorreré minuto a minuto esta espera que pronto acabará y así la fría desnudez terminará. Me imaginaré palpando el traje con el cual usted me cubrirá, cerraré mis ojos para recorrer su aprendido rostro. Sentiré el olor de sus besos de fuego, comenzaré a temblar y arrojaré al foso el miedo que me viste cuando no estoy en sus brazos, porque pronto, mi cielo, seremos cuerpo con cuerpo, dos cuerpos desnudos pero vestidos para siempre de existencia.

Por siempre suya. Su amada Roxana.

XII.- El sueño de un beso.



Paris, 05 de febrero.

Amado caballero:

Ayer acudí a su encuentro, a ese lugar en lo alto de la colina donde me citó. A medida que me acercaba, sentía que mi corazón quería ir más a prisa que mis pasos. Cuando llegué a la colina contemplé ese majestuoso paisaje. Vi como las ramas de los árboles seguían el ritmo de la brisa, ¡estaban bailando para mi! y pude disfrutar de un abanico de mies queriendo alcanzar los cielos. Allí le esperé y al ver que pasaban las horas y usted no se presentaba, una extraña sensación de angustia comenzó a apoderarse de mi. Decidí temerosa bajar a la aldea, y aunque no conozco con precisión donde se encuentra su castillo de sueños, me dije que alguien debería conocer el lugar de sus habitaciones.

Al descender la colina me recibió un tímido manantial, al que le permití que besara y arropara mis pies. Comencé a recorrer las calles de piedra y a todos a mi paso les preguntaba por los aposentos del Caballero de Bergerac. Mis intentos fueron inútiles, hasta que un hombre con una dulce sonrisa escondida se me acercó y me dijo: “Veo en tus ojos que eres Roxana. Siento en tu voz la angustia por no hallarle, pero no permitiré que le encuentres y que él se percate de tus tribulaciones. Ve a casa”.

Amado, no pude convencerle, pero le juro que Dios le puso en mi camino. Con suaves palabras, como venidas de la brisa me dijo que usted me amaba. Me dijo que su ausencia no había sido voluntaria y que mi tristeza solo provocaría mayor sufrimiento a su corazón. En verdad logró ahuyentar mis temores y dejé que me acompañará de regreso a casa, mientras que en silencio le escuchaba hablarme de Dios, sueños y amor.

Ya en casa, después de muchos pensamientos revoloteando en mis sienes quedé dormida.

Cielo, hoy amanecí más tranquila, con el recuerdo aún tibio de un sublime sueño. Estaba en un hermoso lugar rodeado de árboles y flores, un silencio imperturbable como para dejar oír los gritos del alma. Una hermosa montaña me tenía a sus pies y en lo alto, la neblina se desdibujaba lentamente al dejarse atrapar por hilos de sol. Olía a heno fresco y sólo un arpegio de esquilas arropaba mi vida, mientras sentía mis manos asir la brisa que me sonreía... y ese beso.

Adorado primo, ese sueño ha alimentado mi alma...con esas pequeñas cosas que sustentan mi mundo... con la naturaleza que parece estática ante nuestros ojos, pero que se dibuja con más de mil colores... con las flores que en ocasiones parecen adornos inmóviles, pero que hablan con su forma y con su aroma... con las manos que sueñas lejanas, pero que sientes sin tocarlas... con el sol que parece rabiar por su calor, pero que da vida e ilumina nuestros pasos... y con la dulce nostalgia que quedó en mi existencia con el sueño de un beso...

Una última cosa os quiero decir, nunca será demasiado el amor que os entrego, porque no os podría amar de otra manera.

Por siempre suya. Su amada Roxana.

lunes, febrero 13, 2006

XI.- Osadía.

París, 22 de enero

mado primo:
Anoche cavilaba sobre el tiempo que tengo sin escribirle, sin contarle lo que han sido mis albas, mis días y mis lunas y he dormido un sueño triste amor. Hoy amanecí con enormes deseos de derramar las palabras que se quebraban en el silencio. Un imprevisto presentimiento me llevó a buscar bajo el ladrillo que guarnece las cartas que usted envía a su dama. He encontrado una nota sobre un pergamino ya usado y sin saber su contenido me asaltó una extraña sensación.
Pensé que se trataba de una de sus cartas de lejana data pero me he percatado que se trata de una nota de su incondicional y fiel siervo.
He de confesarle que en principio no atinaba a descifrar el porqué me había escrito, pero a medida que mis ojos libaban cada una de sus palabras, fui sintiendo que su humilde vasallo sólo busca que su señor, el príncipe de oro y diamantes azules, como él le llama, encuentre el sosiego y la calma que ha perdido por la tardanza de mis letras.
Amado, os quisiera pedir que no riña a su vasallo por esta temeridad, pues hemos de ver en su osadía el gran afecto y respeto que le profesa. Él me comenta en su nota la tristeza que le cubre a usted por no haber recibido el perfume de mi cuerpo inmerso en cada epístola y a él por no oírle leer y releer en voz alta mis palabras de amor bueno.
Mi caballero, he de pedirle algo que podría parecer que ahora quien peca de osadía es su Roxana, pero no me equivoco al pensar que usted entenderá mi petición, porque sólo un corazón grande y puro como el suyo es capaz de provocar tantos sentimientos hermosos en los seres que le rodean. Dejo a sus pies unas pocas líneas para su servidor, las cuales deseo les lea.
“Dios existe en cada palabra, en cada gesto, en todo momento, en toda distancia.
Dios existe en mi amor por mi Príncipe azul.
Dios existe en usted, fiel acompañante de mi Cyrano.
Dios existe en la fealdad que usted cree ver en un espejo, pero también existe en esa bondad y lealtad que embellece su alma... esa belleza que ofusca la imagen y que es la única esencia del hombre”
Amor, os quiero recordar que usted me ha dicho que yo soy el amor tras una cortina. La risa tras la tristeza escondida en su alma y su vida, pero es allí, alma y vida, donde su amada está como la hiedra empuñada de orquídeas. Por esto le pido que si en la distancia siente que se escapa mi aliento de su vida, atrápelo en el eco de mi voz que a cada instante le nombra. Sé que Dios pronto me guiará hasta usted y el mundo oirá nuestro canto, recostaré mis sueños en su pecho para juntar la labor de nuestras manos y construir futuro con un presente sembrado de amor. Sé que vendrá un día en que con sus cabellos teñidos de azul se apoyará en mi hombro y no quedará rastro de las antiguas heridas... y los tiempos de espera se trocarán por inmortal paz, calma, pasión sudor, labor, unión eterna sólo de dos.
Os pido no me pregunte el día, no sé, no importa, llegaré envuelta en fragancias, con los ojos abiertos escuchando esa música desde siempre presentida... habré tejido con mi larga cabellera una hermosa crineja para liarle por siempre a mi alma... Y germinarán en nuestras manos exquisitas primaveras, días de sol llenos de colores y de rosas, noches de luna llenas de luceros y de estrellas... Y germinarán inviernos ausentes de frío y como las golondrinas estarán nuestros corazones guardados bajo los tejados... Y germinarán mares infinitos rodeados de aves y arena, mientras usted, mi amado, liba el silencio de mis ojos oscuros y yo libo la paz anidada en sus brazos.
Vendrá un día... por ahora os pido me disculpe el silencio hasta hoy, y amado, no olvide cuanto os amo.
Por siempre suya.
Su amada Roxana.

lunes, febrero 06, 2006

X.- Hoy 14 paseo por París.

París, 14 de enero.

Amado caballero:
Le prometí que hoy descansaría. De verdad lo intenté, pero en contra de sus deseos, he tomado mi abrigo y el fino paraguas y he salido a recorrer nuestra adorada ciudad y sus alrededores, que hasta hace apenas unos minutos recibía las lágrimas de Dios; y he recordado ese poema de César Vallejo, de Piedra Blanca Sobre Una Piedra Negra... “Me moriré en París con aguacero un día del cual tengo ya el recuerdo...”, pero amado, ¡no ponga esa cara! que hoy no es jueves y ya la lluvia ha cesado.
Pero es que estando ensimismada contemplando el cielo desde nuestra góndola, deseé llegarme hasta el Palacio de Versalles, el Castillo del Rey Sol, contemplar los fastuosos jardines, obra de Nótre... esos jardines coloridos que se dirigen a un espacio infinito.
Deseé acercarme a las ovejas que pastan junto al Palacio de Trianon; ver si encontraba a la caprichosa de María Antonieta junto a la fuente de Apolo, cuando este surge de las aguas en su carro tirado por los cuatro corceles. Se me antojó visitar el Gran Salón de los Espejos y contar nuevamente cada uno de los diecisiete majestuosos ventanales que dan a los jardines. ¿Sabía usted, mi señor, que son diecisiete ventanales?, ¡buen número como dice usted!. Todo esto quería ver hoy, pero el tren demoró y me quedé en París.
Decidí dirigirme a la estación del bauteau mouche. En mi camino contemplaba con la misma emoción de cada día, esta, mi adorada ciudad... y me dije: “no hay mejor lugar para vivir, no hay mejor lugar para amar, no hay mejor lugar para morir”, porque todo, mi cielo, está impregnado del encanto de las hadas, de la divina belleza que no se puede describir, así como no puede describirse el amor que siento por usted.
Me detuve en Montmartre para observar a hombres y mujeres que están y no están, que vacían el arte de sus manos ante todos los que fascinados les disfrutan y que ellos parecen no ver. Caminé y me senté sobre la hierba aún húmeda, frente a la Iglesia del Sacre Coeur a contemplar las miles de palomas que parecen hacer reverencias a los visitantes por unas migas de pan. De repente una bandada de diminutas blancas mariposas comenzó a desplazarse de este a oeste, en sentido contrario a la brisa y me quedé pensando... volar libre hacia donde quiera, lo que crea me contraviene, no me detendrá... solo hay que volar hacia los sueños...
Amado, pido me disculpe esta aventura, pero como olvidar esas palabras “Todo lo que fue tuyo, de algún modo lo recuerdo, mi bien, pues lo amé todo”. Cielo, esto es amor... y esta es mi querida ciudad, así como la es de usted.
Mi Cyrano, ya he tomado el bauteau mouche, desde donde le escribo esta misiva, en este momento en que como siempre pienso en usted.
Antes de terminarla os repito cuanto os amo, en este día 14 en que siento como me lacera su amor. Ahora comenzaré en silencio mi vuelo sobre el grandioso Sena y seguiré libando la grandeza de esta ciudad iluminada que me habla de amor... que me habla de la gloria de su amor.
Por siempre suya.
Su amada Roxana.

IX.- Con el alma desnuda.

París, 12 de Enero.

Amado Cyrano.
En mi última carta le adelantaba que me convertiría en brisa para arropar su mágica existencia, pero en este momento estoy al borde de nuestra góndola, libando esa brisa que ha de acompañarme hasta su encuentro y me he quedado pensando en muchas cosas que os quiero decir.
Pensaba en las mil palabras que estuvieron reposando en las alforzas de mis labios, en los mil poemas dormidos en las palmas de mis manos, en las mil caretas guardadas para alternar cada día, en los mil trajes para vestirme de mentira. Pensaba en esa voz que me buscaba desde siempre... esa voz que seguí desde una azul mañana de junio y me hizo entender para que me sirven las manos, los pies, los días, la vida... entendí que mis manos no dejarán escapar su rostro, su tiempo, nuestro tiempo... que mis pies pisarán sus huellas siempre delante de las mías... que mis días siempre serán de esperanza por un mañana en calma... que mi vida es ahora cuando se desnuda.
Pensaba en que llegasteis a colmar la llanura desierta, a hacerme tirar los trajes, las caretas, el disfraz; llegasteís para acariciar el cuerpo y el alma olvidada y enseñarme a vivir desnuda de verdad.
Amado, le entrego los poemas que hablaban de los sueños. Podéis hacer con ellos lo que os plazca, porque ese sueño que dibujaban, es hoy mi absoluta realidad. Hoy deposito en sus manos el corazón que padecía su ausencia, pero que hoy late por sus letras, por sus ojos, por sus manos, por su alma... por su amor y por la esperanza de un día en que para siempre repose en su pecho mi existencia.
¡Cielo!, en este momento estoy sintiendo una delicada brisa recorriendo cada uno de mis pliegues, ¡Dios! , ¡amado Cyrano!, ¡decidisteis convertirte en brisa para arroparme la vida!
Ahora he de cerrar mis ojos y mis poros... para volver a guardarle en mi memoria y en mi piel... mientras el eco de sus besos acompañados por el viento, se hacen manto por siempre sobre mi ahora alma desnuda.
Amado, dejad que os repita cuanto os amo.
Por siempre suya.
Su amada Roxana.

VIII.- Al descubierto.

Paris, 8 de Enero.
Mi amado Cyrano:
Leo la hermosa carta que me ha enviado y no puedo dejar de brillar en sonrisas al sentirme descubierta. Aunque pensándolo bien, eso quería, cuando decidí volar hasta su hombro. Me encontraba tejiendo quimeras con mi cabellera a orillas de nuestra góndola, contemplando esa misma luna de plata que iluminaba su noche. Estaba invadida por unos enormes deseos de volar para en silencio contemplarle. De repente cerré mis ojos y permití que el frágil capullo que cubre mis esperanzas, dejara escapar la inocente crisálida. Por un instante me quedé prendida y colgada a una rama que danzaba frente a la ventana. Lentamente se fue abriendo el segundo capullo. Amado, que sensación ¡tan sublime! cuando sentí que poco a poco me iba abriendo al vuelo para dejar al descubierto mis alas, que tomaron el azul del vestido que usaba.
En ese instante pensé: “ Soy la mariposa más amada”. Volé, coqueteé, rocé y le contemplé hasta que juntos soñamos... descansé mis alas en su hombro, muy cercana a su tibia cara.
Esta noche he decidido convertirme en un lucero. Lo miraré desde el cielo pintando luz en su vida y cuando el sueño esté próximo a vencerle, le diré a las nubes que me envuelvan en sus níveos tules, mientras cierro mis ojos para que usted pueda dormir sin que el resplandor al mirarle interrumpa su vuelo hacia el descanso que le espera en el mundo de las hadas azules.
Amado mío, tomaré mil formas... seré mar, seré luna, seré luz, seré tiempo... pero por encima de todas las cosas mi cielo, seré amor... seré aliento... seré vida.
Por siempre suya.
Su amada Roxana.

Nota: He de adelantarme y confesarle que mañana me convertiré en brisa para arropar cada poro de su mágica existencia.

VII.- En nuestra otra tierra.

Paris, 03 de Enero

Mí amado caballero Cyrano de Bergerac:
¡Qué hermosa fantasía la que me ha relatado, mi señor!... y no logro separar de mi recuerdo esa exquisita imagen de la jirafa que en gesto elegante dobla sus patas para posar caricias en su nariz... esa jirafa que paseó por sus sueños y le hizo recordarme...
Hace apenas unas horas viajé hasta su encuentro, en un vuelo repentino e inolvidable y mientras regresaba decidí venir a posarme bajo este senil pino que vigila unas tierras fértiles de sueños y futuro que nos pertenecen y esperan. Me he posado aquí a descansar este amor y de repente decidí rasgar el velo azul que cubre el día y elevarme a planear junto a una añil mariposa que se lleva mis ojos, mientras el sol sangra su hora.
Me regocijo con recuerdos esculpidos muy dentro de mi por ese ayer, por este hoy, por esta nívea y sorpresiva mañana y de repente una melodía de tambores jadea y se derrama por mis venas, entretanto sueño más allá de este campo en un vuelo dentro del tiempo que me huele a picadura, que me huele a espumas de mar. Decido aproximarme de nuevo al pino y se asoma en silencio un olor a caña brava sobre un chalet que abre un portón que aletea bienvenidas. Atrevo en él mis pasos y consigo un salón iluminado, con un añejo escritorio que el tiempo ha pintado de valor. Del lado izquierdo tres enormes pinturas por un momento distraen mis sentidos. En una veo a una hermosa yegua blanca sobre un fondo multicolor. En otra un inmenso cielo azul cubriendo un prado vertido de flores y la otra es un retrato en sepia de nuestro adorado epónimo de pie a las puertas del convento con su sombrero, jubón, capa y temible espada... los contemplo y no puedo evitar el rictus en mis labios.
Del lado derecho se eleva una enorme estantería, depositaria y escolta del legado de incontables hombres y mujeres... con una tibia sonrisa me acerco y tomo un libreto de gruesas tapas carmesí... al tomarlo vuelven los tambores a estallar; lo abro y encuentro:
"Yo os quiero, yo me ahogo, yo sediento estoy de tu hermosura... ¡Yo te amo! No puedo más; deliro, desfallezco, que de entero me robaste el albedrío... Tu nombre está en mi corazón, bien mío, ¡como en un cascabel!... y me enajena, y como de continuo me estremezco, constantemente el cascabel se agita, constantemente el dulce nombre suena. Todo lo que fue tuyo, de algún modo lo recuerdo, mi bien, pues lo amé todo".
En ese momento musito: "esto es amor" mientras de repente siento que usted aparece a mi lado y me dice: "¡OH, sí! este sentimiento, triste y reconcentrado, del amor más violento tiene todo el furor desesperado...".
Una lágrima escapa en soledad y se agota ahora entre nuestros labios que se besan y siento el latido agitado de nuestros pechos, cuando nuestros cuerpos unidos se precipitan de emoción, como la lujuriante percusión de los templados tambores y de los brillantes platillos en el bolero de Ravel...
OH, mi amado señor, ¡esto es amor!... luego, tomados de las manos, atravesamos un largo pasillo central que nos lleva a una abierta góndola, como esa que nos ha recibido tantas veces... y desde allí, usted resguarda mi espalda con su cuerpo y en silencio contemplamos un cielo azul... siempre azul que nos besa.
Vuelvo a cerrar el velo azul que rasgué y me quedo con su imagen en mis ojos... pensando que en este instante usted también me piensa mientras que grito a los cuatro vientos desde ésta, nuestra otra tierra, ¡Cielo, LO AMO!
Por siempre suya.
Su amada Roxana.

viernes, febrero 03, 2006

VI.- Ayer, hoy y mañana.


26 de diciembre de 2003.

Mí amado caballero Cyrano de Bergerac:
Creo que esta carta de hoy no tiene fecha amado y es porque habla del ayer, del hoy y del después. Ayer, por ejemplo, le cuento que estuve en total recogimiento e imagino que fue por la proximidad del momento que habría de vivir, fue como soñar con esa caminata que me esperaba a su lado. Y cerraba mis ojos tratando de acoplar un sueño recurrente que se presenta desde niña en mis noches con la ilusión de su compañía, y es que ese sueño del que le hablo se presenta en un prado inmenso, infinito, bajo un mágico cielo azul, donde el único ser que le disfruta soy yo. Entonces imaginé que era en ese prado donde me esperaría, donde correríamos y reiríamos.
Hoy he llegado al prado y es real... es el mismo lugar infinito de mis sueños, el mismo cielo azul que no se deja dibujar nubes, pero ahora no le disfruté sola... sabe, además de sentirle compartido con usted, sentí como mientras nuestros pasos iban escribiendo una nueva página en el libro de nuestras vidas, en ese instante pasaban por mi mente escenas imaginarias de un par de adolescentes que se escondían de guarda parques para robarse tan solo unos besos.
Y junto a usted en sueños viajé al Cañón del Colorado, parándome sobre un inmenso risco desde donde pude contemplar la grandeza del poder de Dios; y vi cercano al prócer; y asistimos a una obra de teatro; y volamos en alas de banderas; y esquivamos una lluvia de arco iris que se empeñaba en tocarnos. Pero como he de olvidar ese viaje a aquel sueño de días pasados, donde ese ser especial tocaba mi pecho y me decía “que lindo te queda”. Creedme amor mío, esa reliquia que usted ha depositado en mis manos, para mi representa lo que realmente es... con ese gesto me dice “Mi Roxana, eres yo”. Claro mi señor, sé lo que eso es en su vida, y lo amo tal como lo ama usted.
Puede ser que esta carta no esté bañada de esa pasión vestida de rojo que logramos describir, pero mi caballero, usted y yo sabemos que el amor es de muchos colores, en ocasiones rojo como ese beso que nos damos y que nos lleva a un mundo de deseos y entrega; en ocasiones es azul como ese mundo que soñamos henchidos de esperanza y alegría; en ocasiones es blanco, tal como hoy, donde todo está lleno de luz y sólo importa el momento.Mañana, no es un día, es una vida por vivir, donde no es el tiempo lo que se estará midiendo, sino lo que se vivirá en ese tiempo, y es que mi amado caballero, su Roxana en tanto tiempo pasado no vivió lo que ahora vive junto a usted... un vivir rojo, azul, blanco, ... lleno de lo más grande e importante en el mundo... EL AMOR, su amor, mi amor.
Hoy alimentaste mi alma y recuerdo......que alimentaste mi alma con esas pequeñas cosas que sustentan mi mundo...con la naturaleza que parece estática ante nuestros ojos,pero que se dibuja con más de mil colores...con las flores que en ocasiones parecen adornos inmóviles,pero que hablan con su forma y con su aroma...con las manos que ves lejanas, pero que sientes sin tocarlas...con el sol que parece rabiar por su calor,pero que da vida e ilumina nuestros pasos... y con el dulce recuerdo que queda en mi existencia con el beso que nos acerca...con el beso que nos aleja...
Por siempre suya.
Su amada Roxana.

V.- Última Navidad Triste.

Paris, 24 de Diciembre de 2003.
Mí amado caballero de Bergerac:
Aquí he de dejar algunas letras para usted en este día de recogimiento, recuerdos y reflexiones, donde se sacan cuentas, y tal como dice usted: “no cuadran...” y es que intento separar lo que se ha quedado en el pasado para poder estar tranquila, pero es duro... fueron muchos años que han tallado recuerdos dolorosos, que una no logra ya vivir del todo sin ellos.
Mi primer recuerdo de un Niño Jesús que existía fue como a los cuatro años, ya grande! dirá usted, pero no tengo muy buena memoria, sólo recuerdo un tío gordo y adorado y mi tía siempre sonriente, a los que visitábamos el 25 y siempre tenían regalos para nosotras. Creo que lo de los recuerdos lejanos se debe a que mis padres no pudieron presentárnoslo tal como era, y después mamá se fue con él. Recuerdo a mi madre siempre en esos días hasta casi las doce de la noche, pegada a una máquina de coser haciendo algún trajecito para sus tres niñas o simplemente haciendo cambios en alguno que ya habíamos usado.
Aunque he de confesar que esto y lo de no conocer la ilusión del niño como debía ser, no fue triste, ya que en casa bastaba con el amor de papá y mamá, pero al irse ella, terminó la Navidad.
Crecí, viví y me aferré a otras cosas para alejarme para siempre... con el tiempo comencé a vivir las navidades siempre tristes, pero recuerdo que junto a mi hermano, me llevaba en sus locuras a secar las lágrimas que pintaban el rostro... en una Navidad se fue mi adorada poeta, quien me enseñó tantas cosas, quien me dió el amor que faltaba y luego mi loquito también me dejó... y no es que los recuerde nada más en estas fechas, es que navidad es amar y ellos me dieron ese amor que hoy extraño... sólo me regocija una cosa mi señor, es que se fueron sabiendo lo mucho que les amaba.
A ratos entendemos el destino de los hombres, pero también a ratos nos sentimos incapaces de entender y aceptar. He pensado hoy que ésta ha de ser mi última Navidad como todas y me lleno de ese día de ayer, de ese día que no olvidaré, de ese día en que sentí que el mundo era un lugar inhóspito, solo, donde sólo vivíamos usted y yo, donde no hacía falta nada más, donde sentí que puedo disfrutar de la luz del sol si existe, pero que también soy capaz de amar las tinieblas si el sol se oculta, de ese día donde no hay frío ni calor, sólo la dicha de poderme saber un alma amada, mi adorado caballero.
En este momento, pido a Dios como lo hago todos los días, pido por los seres que amo, pido por el mundo, pido por usted, porque sea su vida como la sueña y si tiene a bien nuestro Dios, me de sólo un poco de esa calma que necesito, de esa fe que a veces me abandona para que no me visiten los fantasmas que me invitan a la muerte. Unas horas antes de esta última Navidad triste he de decirle que esta noche recordaré lo que ha sido mi vida, recordaré los que han desembarcado en este viaje, pero también recordaré lo que usted y yo hemos soñado, le recordaré como pilar de mis esperanzas y aunque cueste un poco, sonreiré para usted tal como se lo prometí.
Sólo completaré esta misiva con Feliz Navidad! mi cielo azul... aquí estoy siempre.
Por siempre suya.
Su amada Roxana.

jueves, febrero 02, 2006

IV.- En esta fría noche.

París, 21 de diciembre de 2003.

Mi amado caballero Cyrano de Bergerac:
En este domingo frío le escribo nuevamente y le hablaré un poco de lo que hoy ha viajado en mis sueños, ahora que le sé en un parque de su hoy también fría ciudad.
He de imaginarle contemplando las estrellas que alumbran calles y casas, tratando de mostrarnos un mundo de fantasías y sueños repleto de alegría. Eso dicen que es la navidad, pero me gustaría que los hombres no olvidaran que la navidad, si es alegría, debe vivirse cada día... hay niños esperando un día glorioso llenos de golosinas y juguetes, pero también hay otros que se pasean por las vitrinas y ven escaparates llenos de sueños inalcanzables y piensan que la Navidad no les pertenece y cómo puede existir la Navidad si hay un niño que no la vive?
Bueno mi caballero, pero estas son sólo remembranzas de su amada soñadora que espera ver que los niños puedan volar libres en alas de cometas multicolores bañados de esperanzas.
Hoy, también he pensado que estaba alejada de los versos que también le escribo y le he escrito que mis poemas siguen vivos, que estoy llena de infinitos latidos y que el mar ha vuelto a rugir después de vivir un tiempo de vientos quietos y mares sin olas. No crea que es la musa que se aleja, no mi señor, es que me lleno la vida pensándole y siento que es eso lo que más regocija mi corazón. Puede parecer un silencio de versos, pero usted sabe que sin escribir también estoy gritando al mundo cuanto le amo.Sabe, hoy también me he vestido de niña con el pretexto de escribir una carta al Niño Jesús, que he colocado a orillas de nuestra góndola. Es una carta simple y en lugar de pedir, ofrezco dejar mis manos abiertas para que usted las tome y las coloque tibias en su pecho... en verdad que con eso esta niña sonreirá y será feliz...
Amado mío, ahora tengo frío, pero sé que es típico de estas fechas, pero tomaré esa manta de retales cosida con hilos de oro robados al sol y cubriré mi cuerpo... se calentará y así lo encontrará cuando venga a tomar mis manos para posarlas en su pecho.
He de despedirme, para que cuando usted cruce las fronteras para dejarme la carta o la nota de este día, consiga ésta escondida tras el ladrillo. No sin antes decirle, que hoy también sus besos me acompañan y que LE AMO.
Por siempre suya.
Su amada Roxana.

miércoles, febrero 01, 2006

III.- En la fiesta.

París, 19 de diciembre de 2003

Mí amado Cyrano:
Sabe, en este momento es la fiesta por otros tan esperada y he decidido en este instante en que le sé pensándome como yo, en que deseo estar a su lado, en que me brillan los ojos soñándole aparecer junto a mí; escribirle y contarle que ha sido de este viernes triste.
Asistimos a la capilla en la mañana y creo que allí se quedó su Roxana al oír al capitán mayor decirle que había conseguido lo que esperaba, hacer que todos en esa hora y media olvidaran todos los momentos duros de este año y se acercaran al que tenían a su lado y agradecieran la vida que tienen... y es que estuve llevando con todos una ceremonia, haciendo muchos papeles y en cada uno me presenté feliz y sonriente, tratando de que vieran que las navidades son calor y alegría, pero he de confesarle mi amado señor que estaba invadida de una inmensa tristeza, como ya le he dicho, estos días no me inspiran, pero por usted sonreí, hasta que alguien se acercó y me dijo: “Eres una hermosa mujer azul (imagino que por el vestido azul que me he puesto para usted), pero cuanto daría por que tus ojos brillaran al igual que tu vestido y me dijeras que realmente estás aquí”.
Le contesté, eres tan observador que te diré lo que siento, creo ya hice lo que todos esperaban de mi y ahora quisiera estar en otro lugar... Y es así amado, quisiera estar en otro lugar, donde la celebración sea otra, donde pueda agradecerle a mi caballero todo este amor que es razón de mi existencia, esto que usted me ha mostrado y que es mío, sólo mío.
Recuerdo estas otras palabras: -que han ayudado a que esté en silencio, sintiendo gran fuerza y halago en ellas, pero usted ya me conoce y sabe que no me gusta- “esta hormiguita, hoy de azul, manda, obedece, vive, trabaja, nos regala amor, escribe, no se le ve y nunca se queda con nada, todo lo entrega... eso nos enseñas hoy, que la sabiduría del hombre no está en su conocimiento, sino en saber dar siempre...”
Sabe usted mi señor, no quiero que piense que mi tristeza es porque no esté aquí, eso sólo me hace soñar en un día que llegará y mis ojos brillarán como dice el amigo, un día en que Dios nos regalará todo el tiempo que se ha ido, y que en ocasiones pienso que tan solo es un tiempo que no ha sido, un día que me vista toda de azul para usted, un día que será interminable ya que nunca más se ocultará el sol, un día en que sienta que mis manos trabajan junto a las suyas, un día en el que no temeré que mis brazos y mi cuerpo estén soñando en lo que no les puedo ofrecer, un día en que juntos construyamos con las hojas que el otoño ha desprendido de los árboles un nuevo árbol de sueños y en las hojas de ese nuevo árbol le ayude a escribir una nueva historia.
Amado Cyrano, hace un rato un grupo grande de la tropa me agradecía que hiciera del día de hoy algo diferente, agradecían que les diera más de los que ellos creen merecer y sólo pude decir que siempre ha sido así, que es esta mi casa, de la que no quiero nunca salir, pero que mi motivación más grande está en algún lugar de esta tierra junto a un Ángel que me guía y espera, que es feliz si me sabe hoy feliz... esas fueron mis únicas palabras que casi eran un grito.
Ahora bajaré nuevamente, creo tomaré una copa y brindaré por los dos... y aunque son tristes las navidades, tengo algo que nunca antes tuve... SU AMOR... MI AMOR.
Por siempre suya,
Su amada Roxana.

II.- En este momento.


París, 17 de diciembre

Amado caballero, soldado de temible espada:

En este momento, en que le sé callado contemplando el cielo azul que enmarca los recuerdos, vuelvo a escribirle.
Hoy he deseado beberle sus fríos y gritar tan fuerte su nombre para llamarle a mi rincón. Quiero decirle también, que con tan solo una mirada de sus diminutos ojos siento que recorre cada centímetro de mi cuerpo; que siento que el día brilla y el cielo es azul... siempre azul sólo si sé de usted; que soy felíz si siento que lucho a su lado; que siento que respiro si percibo su aliento.
Todas estas cosas quería decirle hoy que le presiento triste... recuerde: si usted lo está, yo lo estaré, porque he de preferir la oscuridad antes de saberle sin sonrisas.
Suya por siempre.
Roxana.


martes, enero 31, 2006

I.- En esta mañana.


París, 16 de diciembre

Amado caballero de Bergerac:
En esta mañana, al igual que todas, desde aquella hermosa mañana de junio, cuando descubrí la gracia de vivir a plenitud mi inofensiva, pero incurable locura; aquel junio que me permitió recobrar la capacidad de poder soñar despierta, de poder saber lo que es la omnipresencia... he despertado con su imagen amarrada en mi almohada, con las ganas locas de tocar sus rostro sólo con mis ojos y esperar que el alba haga lo que yo no haría... despertarle sin antes posar mis manos tibias en su pecho.

He despertado con las ansias de llevarle ese cafecito antes de que se calce sus zapatillas... y es que a esa dama, caballero, le pasa lo que a usted... esa dama, desde ese junio vestido de sol, piensa en usted cada minuto vivido y es en estos días, que también son tristes para ella, en que se aferra con más vehemencia a las esperanzas.

Sabe usted, de repente su Roxana se ríe con el viento y contempla en silencio sus manos, como buscando la verdad de lo que tocan... de repente la veo saltar y es que está dejando libre a la mujer que estuvo prisionera en su carne. Ella anda desnuda esperando a su amado que le haga un vestido de besos y se vacía el alma cuando le escribe sus versos y cuando la febril ansiedad crepita en su sangre viaja en góndola hasta su encuentro.

Le contaré que en este momento no desencajaré mi rostro, porque por primera vez esta dama le confesará, que muchas veces se paseó por esa despedida que usted llama para siempre, pero igualmente le confesaré, ahora que soy triunfadora, que he de vivir para brindarle mis manos, las cuales usted ha vestido con terciopelos azules... siempre azules.Al igual que usted, no sé dónde moriré, pero hoy gritaré también a los cuatro vientos... LE AMO... desde ese ayer, hoy y hasta el final.
Suya.
Roxana.