lunes, febrero 06, 2006

VIII.- Al descubierto.

Paris, 8 de Enero.
Mi amado Cyrano:
Leo la hermosa carta que me ha enviado y no puedo dejar de brillar en sonrisas al sentirme descubierta. Aunque pensándolo bien, eso quería, cuando decidí volar hasta su hombro. Me encontraba tejiendo quimeras con mi cabellera a orillas de nuestra góndola, contemplando esa misma luna de plata que iluminaba su noche. Estaba invadida por unos enormes deseos de volar para en silencio contemplarle. De repente cerré mis ojos y permití que el frágil capullo que cubre mis esperanzas, dejara escapar la inocente crisálida. Por un instante me quedé prendida y colgada a una rama que danzaba frente a la ventana. Lentamente se fue abriendo el segundo capullo. Amado, que sensación ¡tan sublime! cuando sentí que poco a poco me iba abriendo al vuelo para dejar al descubierto mis alas, que tomaron el azul del vestido que usaba.
En ese instante pensé: “ Soy la mariposa más amada”. Volé, coqueteé, rocé y le contemplé hasta que juntos soñamos... descansé mis alas en su hombro, muy cercana a su tibia cara.
Esta noche he decidido convertirme en un lucero. Lo miraré desde el cielo pintando luz en su vida y cuando el sueño esté próximo a vencerle, le diré a las nubes que me envuelvan en sus níveos tules, mientras cierro mis ojos para que usted pueda dormir sin que el resplandor al mirarle interrumpa su vuelo hacia el descanso que le espera en el mundo de las hadas azules.
Amado mío, tomaré mil formas... seré mar, seré luna, seré luz, seré tiempo... pero por encima de todas las cosas mi cielo, seré amor... seré aliento... seré vida.
Por siempre suya.
Su amada Roxana.

Nota: He de adelantarme y confesarle que mañana me convertiré en brisa para arropar cada poro de su mágica existencia.

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