viernes, febrero 03, 2006

V.- Última Navidad Triste.

Paris, 24 de Diciembre de 2003.
Mí amado caballero de Bergerac:
Aquí he de dejar algunas letras para usted en este día de recogimiento, recuerdos y reflexiones, donde se sacan cuentas, y tal como dice usted: “no cuadran...” y es que intento separar lo que se ha quedado en el pasado para poder estar tranquila, pero es duro... fueron muchos años que han tallado recuerdos dolorosos, que una no logra ya vivir del todo sin ellos.
Mi primer recuerdo de un Niño Jesús que existía fue como a los cuatro años, ya grande! dirá usted, pero no tengo muy buena memoria, sólo recuerdo un tío gordo y adorado y mi tía siempre sonriente, a los que visitábamos el 25 y siempre tenían regalos para nosotras. Creo que lo de los recuerdos lejanos se debe a que mis padres no pudieron presentárnoslo tal como era, y después mamá se fue con él. Recuerdo a mi madre siempre en esos días hasta casi las doce de la noche, pegada a una máquina de coser haciendo algún trajecito para sus tres niñas o simplemente haciendo cambios en alguno que ya habíamos usado.
Aunque he de confesar que esto y lo de no conocer la ilusión del niño como debía ser, no fue triste, ya que en casa bastaba con el amor de papá y mamá, pero al irse ella, terminó la Navidad.
Crecí, viví y me aferré a otras cosas para alejarme para siempre... con el tiempo comencé a vivir las navidades siempre tristes, pero recuerdo que junto a mi hermano, me llevaba en sus locuras a secar las lágrimas que pintaban el rostro... en una Navidad se fue mi adorada poeta, quien me enseñó tantas cosas, quien me dió el amor que faltaba y luego mi loquito también me dejó... y no es que los recuerde nada más en estas fechas, es que navidad es amar y ellos me dieron ese amor que hoy extraño... sólo me regocija una cosa mi señor, es que se fueron sabiendo lo mucho que les amaba.
A ratos entendemos el destino de los hombres, pero también a ratos nos sentimos incapaces de entender y aceptar. He pensado hoy que ésta ha de ser mi última Navidad como todas y me lleno de ese día de ayer, de ese día que no olvidaré, de ese día en que sentí que el mundo era un lugar inhóspito, solo, donde sólo vivíamos usted y yo, donde no hacía falta nada más, donde sentí que puedo disfrutar de la luz del sol si existe, pero que también soy capaz de amar las tinieblas si el sol se oculta, de ese día donde no hay frío ni calor, sólo la dicha de poderme saber un alma amada, mi adorado caballero.
En este momento, pido a Dios como lo hago todos los días, pido por los seres que amo, pido por el mundo, pido por usted, porque sea su vida como la sueña y si tiene a bien nuestro Dios, me de sólo un poco de esa calma que necesito, de esa fe que a veces me abandona para que no me visiten los fantasmas que me invitan a la muerte. Unas horas antes de esta última Navidad triste he de decirle que esta noche recordaré lo que ha sido mi vida, recordaré los que han desembarcado en este viaje, pero también recordaré lo que usted y yo hemos soñado, le recordaré como pilar de mis esperanzas y aunque cueste un poco, sonreiré para usted tal como se lo prometí.
Sólo completaré esta misiva con Feliz Navidad! mi cielo azul... aquí estoy siempre.
Por siempre suya.
Su amada Roxana.

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