domingo, octubre 28, 2007

XXIV.- Amigos, vosotros amaís EL AMOR




París, 14 de septiembre


Queridos amigos:

Aquí me tienen esta noche, muy cerca de una ventana abierta a las estrellas, alumbrada por un tímido candil, con mi pluma y tintero, dejando para más tarde la escritura de una misiva para mi adorado Savinien y escribir para vosotros y hablaros del AMOR.


Sé ahora, según me han confesado, que algunos de vosotros aprovecháis las horas de descanso del Caballero de Bergerac para aproximaos a sus aposentos y secretamente leer las cartas que para él escribo.Os confieso que no me molestáis con ello, que os respeto y creo además que este seguimiento de nuestro amor no tiene ápice de maldad, pero hoy me ha sorprendido sobremanera esa nota anónima que he recibido de uno de vosotros, donde leo que muere irremediablemente de amor y de celos, que pasa los días esperando las cartas destinadas a mi amado primo, para sigilosamente tomarlas a media noche y leerlas.


Pues sí, me ha sorprendido y preocupado, porque no quiere esta señora que alguno de vosotros padezca la angustia del desamor, pero medito y os digo que estáis equivocados, aunque he de agradeceros todos esos sentimientos que a mi entregáis. En el amor, tal como lo es el nuestro, el amor y los celos no pueden andar de la mano. El amor verdadero es libertad al volar sobre el cielo azul, confianza, respeto de espacios; porque cuando se ama todo es transparente, brillante, limpio y lo más importante, es que el amor real es entre dos que llegaron a ser uno.


Quiero deciros caballeros que esta mujer sólo sabe amar a su Cyrano, que no esperen que un día la fuente de mis besos, palabras, caricias hacia él se sequen, porque eso no ocurrirá jamás. Mi amado alimenta cada instante el AMOR, me sorprende, me sonríe, me guía, me enseña, me deja entrar en sus sueños, deja volar melodías que perfuman mis oídos, me hace temblar sin tocarle, sus manos escriben hermosos poemas de amor sobre mi blanca piel y por encima de todo, construye para ambos un tiempo en que ya por siempre yo repose en su pecho.Y llegará el día en que nuestras manos trabajen juntas; en que nuestros ojos se liben el mismo cielo azul, siempre azul; en que nos abrace la misma brisa y… amanecerá y perecerá el sol y nosotros nos seguiremos amando.


Déjenme deciros, respetados caballeros, que esta señora ama a ese señor, pero quiero que sepan también, que aquí estaré siempre, para recordaos que sí, que el AMOR existe y que no es a mi a quien aman, en realidad vosotros AMAÍS EL AMOR, este el amor de nosotros dos y que aunque sólo ÉL es mi delirio, vosotros seréis hasta el final de los tiempos mis más preciados amigos.


Agradecida, quedo a vuestros pies.

Roxana de Bergerac.

XXIII.- Canta conmigo que quiero decir que eres TÚ, mi delirio




París, 13 de septiembre
Mi amado Cyrano:
Quisiera hoy responder a todas esas cartas que ha dejado bajo el ladrillo para mi. Por ello he vuelto a tomar cada pergamino que me trae su amor, pasión, delirio de estar conmigo, pero también he pensado que mañana es 14 de este septiembre lluvioso y no podremos estar juntos tal como nos lo habíamos propuesto.
He de confesarle mi señor, que este no ha sido un mes en el que a cada momento desde mis labios broten esas sonrisas que usted tanto ama, porque según me dice, iluminan mi rostro; en el que el arco iris habite en mis ojos. De verdad he luchado tratando de encontrar la fortaleza para aceptar todas esas cosas que la vida nos pone por delante, pero que lamentablemente no nos enseñan a afrontar.
A veces, mi señor, me siento pequeñita y siento al mundo tan grande arropándome. En ese momento deseo convertirme nuevamente en aquella mariposa lunar, azul, que un día voló hasta usted para luego posarse en su hombro y sentir la tibieza de su rostro; quisiera estar con usted en mi tristeza, en mi alegría y en mi sufrir, porque en usted se encierra toda mi vida y si no está conmigo mi vida, no sé que hacer.
Mañana 14, al amanecer me gustaría sentir como la hiedra del amor atrapa mi cuerpo; sentir en mi espalda ese amor delirante que abraza mi alma, que es pasión que atormenta mi corazón. No podrá ser, pero mañana 14, levantaré mis ojos al cielo azul, siempre azul, y buscaré alguna nube cómplice que vaya a su encuentro y dibuje ante sus ojos una de esas sonrisas que tanto le gustan y le expresen como es de inmenso en el fondo de mi corazón mi amor por usted y le digan además, que yo soy sólo dichosa de sentir que usted me quiere también; que le digan que no me canso de saber de su amor; que no me cansaré de repetirle por siempre cuanto lo amo, porque esa es mi verdad.
Mañana 14, mi señor, no dejaré a los duendes cansados que quieren habitarme vivan en mi, porque mañana 14, aunque distantes, no habrá niebla que me hable de silencios.
Por siempre suya, quien le ama con todas sus fuerzas.
Su amada Roxana.

sábado, octubre 27, 2007

XXII.- Una estrella


30 de julio
Quizá muchos días he estado sin escribirle, pero sólo ha sido eso, no escribirle, porque pueden interrumpirse palabras que viajan en galope sobre un pergamino, pero jamás se interrumpe lo que conmigo siempre está, lo que en ocasiones siento me ahoga al no poder respirarle y me hace sentir deseos de brotar como espiga en la tierra que usted esté pisando, ser la brisa que en este momento le esté silbando al oído o quizá simplemente ser una mujer que a escondidas y silenciosa le pueda estar contemplando.
Muchas cosas quiero deciros mi señor mientras pienso muchas otras, cuando son cerca de las cuatro de la mañana de este día que recién despertará flores, árboles, aves, mujeres, hombres y niños. Hace algunas noches cavilaba sobre la vida, la muerte y la eternidad del amor y recuerdo que un día hablamos sobre el fin del amor en la tierra. Hablamos de que el amor de dos seres unidos por ese sentimiento bendito, termina en la tierra cuando uno de los dos se marcha a contar historias nuevas y viejas a los abuelos, y es fin en la tierra, ya que sólo es un viaje a otro espacio, donde el que parte, hace el camino que de seguido tomará el otro para continuar el relato que no terminará jamás.
Repentinamente, sin saber el por qué, se ha asaltado mi corazón al soñar que galopaba sobre un gran caballo blanco de crines azules. Iba sonriendo mi señor y sabía que me dirigía a un hermoso prado cubierto de rosas, en donde un sin fín de manantiales tejían la tierra. Mi corazón era corcel y sentí que rápidamente arropaba las agujas que se comen el tiempo. Pero ahora, en esta hora, en este prado en el que estoy, donde no hay ningún caballo blanco de crines azules, ni flores, ni ríos, ni usted, he pensado en que si llegara usted después de mi, no olvide tomar mis sueños, mis risas, mis manos llenas de amor sólo suyas y galopar junto a mi. No sé decirle que está sintiendo mi alma, si miedo, tristeza, frío, calor o ansias o quizá sea que quiero tomar las alas de ese caballo y llegar hasta usted.
Son tantas cosas que quiero conversarle mi señor, hoy que extraño el calor de su mirada y el abrigo de su cuerpo, pero le referiré lo que más me golpea en este instante. Hoy terminará un ciclo que nunca pensé haría tanta falta a mi vida. Durante seis meses tuve en casa una flor que fue pintada por su manos amado, y a la cual creo le he regalado unos nuevos pétalos, pero la vida está hecha de ciclos y por encima de todas las cosas, debe estar hecha de libertades. Otro jardín gozará de su aroma y color, de su alegría e ímpetu. Ahora quiero dar gracias a Dios, a usted, a ella, al destino, por haberme dado la oportunidad de cuidarla, protegerla, regarla y por encima de todo, amarla.
Quizá es como dice usted, una flor que siempre soñé o un árbol de sombras que ella siempre anheló, pero creo que más bien es una de las cuatro estrellas que sobre su vida, mi amor, posó Dios.
Amado, volveré a montar ese caballo, no sabiendo hacia donde me dirijo, pero sepa usted que a donde vaya, siempre le estaré esperando, porque sepa también usted que siempre le amaré como le he amado hasta hoy, ya sea en mi tierra, en su tierra, en nuestra tierra. Le amaré a través de las raíces de su pasado, de sus temores y alegrías. Le amaré en mi vida, en su vida, en nuestras vidas, pero también le amaré desde el cielo, le amaré desde cualquier otro espacio o quizá prendida desde el borde de una timida estrella.
Por siempre suya.
Su amada Roxana.

XXI.- Angustia



París, 13 de junio

Amado mío, hace días quiero escribirle, pero es bien sabido ahora por usted que todas las cuentas, letras, números y citas en mis manos se han borrado y eso ha desencajado mi vida.


Unos días atrás fui a buscar pergamino y el tintero. Allí encontré una carta de amor mi señor. Sí, una carta de amor, de un amor que no existió. Esta misiva también logro nublar todos mis sentidos y fue en vano mi intención de escribirle en ese día.


En este momento, en que siento tan mías aquellas palabras de angustia, que usted un día me escribió:


Son tuyas mis quimeras hoy

vuela el amor cuando te pienso

pero me entristece la verdad

porque te busco a mi lado

y no te encuentro…


es, entonces que siento que me consumo y no logro aliviar el alma que me duele, quizá porque presienta que usted está igualmente con dolor en su alma al pensar que no pueda calentar su cuerpo con mis ojos cuando le miran, que no pueda hacer brillar sus sonrisas ante el mundo, que no pueda calmar la sed en sus labios con mis besos y de repente vuelvo a leer cada una de sus cartas y esa carta que no llegó a su destino.


Esa carta fue escrita por mi hermano hace unos cuantos años y hoy que sé que no puede escucharme, lloro su ausencia. Sólo le pido a Dios le permita desde el cielo leer nuestras cartas amado, para que sienta que ese amor que soñó y que nunca conoció, ahora es vivido por su hermana; que ese amor que a veces sólo necesita de una pequeña sonrisa, de una palabra, de un gesto, está anidado en nuestras almas amor.


Amado sé que esta carta, por más que lo intento, no logra ser un torrente escarlata de pasión, ni lleva el aroma de los tulipanes que me gusta tomar cada mañana. Además, de que no puedo secar los mares en mis ojos. Pero cómo hacer amor, si debo guardar el canto de las aves, aunque me muera por querer dejarlas libres para volar y que usted escuche mi canto.


Discúlpeme mi señor, por toda esta nostalgia que nada hoy por mis venas, pero cómo he de ocultarle que de no verle, de no saberle, me siento caer en un mundo de lenguas lejanas y desconocidas, donde todo lo que se escucha es silente a mis oídos, donde todo lo que existe, no existe, donde todo lo que se mueve está estático.


Sí, discúlpeme, pero sepa usted que todo esto que siento es por no poder amarle de otra forma, además de que es la única manera en que se puede amar y es la manera en que siempre le amaré.


Es cierto aquello de que Su ella llora. Si cielo, lloro y por esto también le pido disculpas, porque la distancia en este día silencioso me golpea.


Por siempre suya.
Su amada Roxana.

domingo, septiembre 09, 2007

XX.- Cómplices... las nubes.


París, 22 de mayo


Mi amado caballero:


Cómo decirle lo que siento al encontrar bajo mi almohada esas misivas que aprieto contra mi pecho y plumas se deslizan en mis sentidos y sonrío y río y una lluvia de cristales delinea mi rostro. Son muchas emociones, hasta tristeza por saber que estuvo contemplando mis sueños y mi cuerpo cansado no se despertó con el fuego de sus ojos, pero amado, soñaba, sí, soñaba. Sueños que no tienen distancia, sueños que huelen a mar, a rosas, a canto de ruiseñor, a hoguera… porque si usted no está, usted me acompaña, porque siempre dejo abierta una rendija de mi alma para que se cuele y me abrigue en la espera.


Recuerdo aquel día que me descubrió vestida de mariposa lunar y aquel otro día que me convertí en lucero y cuando me percaté que el sueño lo estaba venciendo, me confabulé con las nubes para que me envolvieran en sus tules y ocultaran el resplandor de mis ojos. Usted pudo descansar y volar al mundo de las hadas azules mientras yo velaba sus sueños.


Presiento que en esta oportunidad, fue usted quien se confabuló con ellas, me visitó, sus mirada acarició mi cuerpo, hurgó mi almohada y dejó las cartas. Ahora leo sus cartas y logro divisarlo. Lo veo en esa montaña, trepado sobre esa piedra y recuerdo “el amor duele”, sí, duele, pero también sé que sólo el amor puro, verdadero, limpio duele, aunque parezca contradictorio cielo, es así.


… y lo veo encima de esa roca, tratando de asir las nubes despeinadas por la brisa, gritando en silencio y en ese momento ansío tomar esa misma alfombra dorada de anhelos, palma de los sueños y buscarle, besar su frente, hablar, escucharle y reír sólo para usted, hasta que mis sonrisas hagan eco en su rostro y podamos libarnos la paz que nos regala la vida cuando nuestras manos, nuestros ojos, nuestros cuerpos, nuestras almas se rozan… entonces, sobre esa piedra seremos leños encendidos aquietando tempestades.


Amado mío, en este momento veo ese lazo azul, ese nudo, ese cielo que hemos construido, me abrazo al viento fuertemente para que mi aliento llegue a su espalda y vuelvo con picardía a guiñar un ojo a las cómplices nubes: vayan de prisa, den sombra sobre sus huellas, calmen el calor de sus venas… sé que llegaré y seré yo quien le de sombra, quien refresque sus ansias, quien le de abrigo, quien le consienta, cuide y por encima de todas las cosas, yo soy quien le seguirá dando el amor tal como lo esperó, como lo soñó.


Cielo, no piense nunca en dejar de pensarme como dice, para que yo pueda volar en paz, ya que tampoco yo sé cómo hacerlo y yo tampoco quiero. Para volar en paz se necesitan dos alas y mi otra ala está atada a su vida.


Quien le ama con todas sus fuerzas,

Suya por siempre.

Roxana.

lunes, septiembre 03, 2007

XIX.- Así se hace un poeta


París, 02 de mayo


Mi adorado caballero de Bergerac:

Hace ya tantas lunas que no le escribo, pero no piense ni por un instante que el amor se hace lejano, porque ya le he dicho mi señor, que no hay ni habrá nada en esta vida que venza el amor que guardé para usted. Ha sido un tiempo sin letras, un tiempo de tanteos agónicos buscando reabrir permanencias, sentía que llovía muy lejos y los relámpagos apenas parpadeaban. Aquí, los vientos quietos y un olor a mares sin olas, de pasos perdidos en un bosque del tiempo. Hoy tengo sed y por ello romperé el silencio, no estaré más tiempo quieta, ensarto las perlas que cayeron al piso. Se que mis letras siguen vivas y crepitan en mis labios y en este rincón lleno de infinitos latidos.

Amado, tengo tantas cosas que contarle, pero es que en ocasiones sólo logro pensar y soñar en ese día que ya por siempre repose mi cansancio en su pecho, pero ahora no le hablaré de mis ansias, sino de algunas alegrías de estos días y adelantarme a esa carta que presiento pronto recibiré.

Es bien sabido por usted, mi fascinación por la poesía, por ese mundo de letras que nos permite volar, soñar, reír, llorar y palpitar. Sabe también que en su ausencia me dejo habitar por versos de poetas admirados que logran dibujar grandes emociones ante mis ojos.

Por esta pasión revelada, recibí una invitación de una amiga venezolana para asistir a un recital poético. Dudé en aceptar, pero decidí viajar a ese hermoso país, donde he conocido la magnífica hospitalidad, seres cálidos de cuerpo y espíritu, seres joviales y un increíble paisaje de mares inmensos y montañas abrazadas a los cielos. Pero le contaré de Venezuela y su gente más adelante, ya que ahora sólo quiero revelarle ese otro gozo que me invade.

Debe recordar mi amado caballero, aquella primera noche que logramos encontrarnos a orillas del Sena, aquella noche que alimentó mi alma con esas pequeñas cosas que sustentan mi mundo; con la naturaleza que parecía estática ante nuestros ojos, pero que se dibujaba con más de mil colores; con los tulipanes que me entregó y que a veces parecen adornos inmóviles, pero que me hablan con su forma y con su aroma; con sus manos que sentía sin tocarlas y con aquellos versos tomados de un libro que leyó sólo para mi.

”Se amaban. No estaban solos en la tierra;
tenían la noche, sus vísperas azules,
sus celajes.

Vivían uno en el otro, se palpaban
como dos pétalos no abiertos en el fondo
de alguna flor del aire.

Se amaban. No estaban solos a la orilla
de su primera noche.
Y era la tierra la que se amaba en ellos,
el oro nocturno de sus vueltas,
la galaxia.

Ya no tendrían dos muertes. No iban a separarse.
Desnudos, asombrados, sus cuerpos se tendían
como hileras de luces en un largo aeropuerto
donde algo iba a llegar desde muy lejos,
no demasiado tarde.”

Recuerdo como el rocío escapado de mis ojos me surcaba el rostro y usted se libaba cada gota de mis emociones con sus besos dulces de caña y sólo atiné a preguntaros quién había escrito esos versos. Usted me respondió “los escribió el maestro, el poeta perdurable de estos últimos tiempos, el venezolano Eugenio Montejo”.

Ese nombre quedó tallado en mi del mismo modo en ´que las burbujas que desaparecen de inmediato sobre la superficie del agua quedan en la memoria de quien se detiene a observar, porque con efímeras flores habla la tierra, con corolas, con pétalos llenos de aromas, de polen, de deseos´. Por ello me dediqué a buscar cada poema escrito por él.

Mi señor, lo que os quiero decir es que he vuelto a llorar, he vuelto a soñar, he vuelto a recordar cada palabra pronunciada en sus labios, porque el poeta, el maestro Montejo estaba en ese recital al que asistí. Un caballero, un señor, que tiene sobre sus letras, entre otras cosas, el Premio Nacional de Literatura de Venezuela. Todo esto me llenó de una gran alegría, que hubiese querido vivir junto a usted, pero aunque faltaba, una sombra que alumbraba (si, alumbraba) cada rincón en ese recinto me decía que mi amado estaba junto a mi.

Cruzamos palabras, cruzamos nuestras manos y pude decirle, quizás lo que tantas veces ha oído, pero como no expresar lo que sentía en ese momento en que mi corazón era un corcel alado y desenfrenado, recorriendo el Sena y oyendo su voz en mi corazón. Una sonrisa muy franca me entregó y estas sabias palabras: “Observa con muchos ojos, siente con un corazón siempre abierto, ama sin reservas y escribe... así se hace un poeta”. Fue en ese momento que recordé lo que un día le escribí a usted, mi amor

Me bastará cerrar los ojos
aferrarme a los recuerdos
que habitan en mi cuerpo
en mi mirada
en mis manos

y pensar
que un poema es
lo que se vive
sólo antes de escribir.

Todo esto quería deciros hoy que me siento más suya.


Quien le ama con todas sus fuerzas
Su amada,
Roxana.

XVIII.- Escape en Les Champs Elysses


París, 1 de abril


Mi amado caballero:

No le extrañe que en este día le escriba. En realidad que más diera por hacerlo todos los días, pero sepa usted que mis pensamientos le albergan a cada instante y mi alma constantemente se pelea con mi cuerpo por viajar hasta usted.

He de contarle que esta madrugada mi alma oprimía mi cuerpo. Puede ser difícil entender esta expresión, pero es como que quisiera nuevamente abandonarme para llegar hasta usted. Al percatarse que el cuerpo le apresaba, peleó y se agitó. Después la sentí desolada y fue cuando se escondió en los pliegues de mis manos. Quizás por eso he despertado antes de que el sol se izara como bandera, para desbordarse luego como crisálidas desde el cielo.

Decidí arreglarme y salir en compañía de las fieles doncellas que me cuidan en su ausencia. Rumbo a ese paseo matutino, una de ellas, intranquila, me ha preguntado por usted mi señor. Le he explicado la ardua labor que en estos días lleva a cabo para dar forma a esa empresa de sueños que diseña y ha quedado más serena con mis palabras.

Con gran entusiasmo nos dirigimos a la Plaza La Concordia, para hacer el recorrido de Les Champs Elysses en dirección al Arc de Triomphe. Les Champs Elysses, esa cóncava y majestuosa avenida donde se citan duendes y fantasmas en los cafés para platicar de la realidad de los hombres comunes de hoy. Oh, ¡mi señor!, ¡mi ciudad luz!, santuario de sabiduría, mágico mundo de museos, calles, verdades, mentiras, artistas y poetas encrespados de emociones inexplicables, sentados, extasiados soñando en las plazas donde la historia agitó banderas de revolución.

Todo París, todo usted amado, permanecen en mi memoria por siempre y preservan en silencio la grandeza de vivir. Mi ciudad tejida de serpientes cristalinas, espejos que me muestran las aves que danzan al compás de la brisa y el amor que a su lado conocí.

Han pasado las horas y desde aquí le escribo, desde mi café, donde espero que el garzón que por aquí merodea me entregue tulipanes y que el reloj pinte el arco de las tres... mientras tomaré un aromático café.

Amado, en este momento mi alma si pudo ser libre, se escapó por unos instantes y ha vuelto con estas palabras: “Gracias por permitirme volar hasta él... le he visto y he acariciado su rostro cansado... muy pronto estará bien... vuelve a casa".
Y es así, sí mi alma le sabe bien, yo estaré bien... ella presiente sus alegrías, sus malestares, su tristeza.

Por siempre suya,
quien le ama con todas sus fuerzas,

Su Roxana.

domingo, agosto 26, 2007

XVII.- ¡Feliz cumpleaños!



París, 17 de Marzo de SIEMPRE...

Amado mío:

He de confesarle que anduve en el día de ayer recorriendo jardines y plazas de esta luminosa ciudad. Luego me dirigí al Café Petit a recoger tulipanes que un respetuoso caballero venezolano había dejado para mí. Sé que esto le sorprende mi señor, pero en realidad fue un gesto bondadoso. Por cosas del destino este caballero leyó esa misiva que envié a usted el pasado 14, donde hablaba de nuestro 14, de ese día que celebramos nuestro nacimiento al amor, y pensó que me encontraba muy triste por no pasar ese día junto a usted. Seguidamente, mientras caminaba de regreso a casa con las manos llenas de flores, pensaba qué podría entregaros en este día en que celebráis vuestro cumpleaños, este día que he de agradecer a Dios durante toda mi vida.
En mi paseo, pensé muchas cosas... compartir estos tulipanes con usted, pero al recapacitar y saber que en ese viaje no podría brindarle mis manos para que llegasen aún tibios, desistí de la idea. Mi pensamiento se llenó de imágenes hermosas y me propuse escribir un poema, pero decidí no atrapar palabras y dejarlas libre en los aires. También me imaginé tejiendo con rayos robados al sol, una manta para que usted pudiese arroparse en esos días en que no consigue mi cuerpo, pero supe que no estaría lista mi labor para este día. Pensé en cerrar mis ojos y permitir que esa mariposa azul me llevara en sus alas hasta usted. Pensé en hacerle un rico pastel y bordarlo con hilos de almendras, moras y fresas mi señor, pero después pensé que usted no debe abusar de estos manjares.
Pues, después de tantos sueños revoloteando en mi, decidí escribirle esta carta y enviarla rápidamente, para que mañana al despertar, una vez más sepa cuanto lo amo. Sé que no hay mejor presente para usted en este su día.
He de decirle en estas líneas mi señor, que esta humilde dama del mundo, que escribe, que sueña con caballos alados, que daría su vida tan solo por llegar a la dicha eterna en su corazón, que sonríe al mundo esperando le devuelvan alguna sonrisa; esta dama que pinta en los cielos con los colores que despojó al arco iris para posarlos en su paleta; esta dama que soy yo, hoy quiere brindar por usted, hoy quiere contemplar ese rostro donde habita mi alegría, hoy quiere tomaros de las manos y caminar, hoy quiere desear un hermoso día donde sólo el azul coloree los cielos, un día en que todas las aves reciten al mundo su canto, en que los árboles en el bosque muevan sus ramas cuando la brisa les bese.
Esta misiva es mi presente y va colmada de mis mejores deseos en este instante, en este día, en esta vida, en nuestra vida. He de terminar diciéndole las palabras que todo el mundo repite, pero que como habrá notado, ya se las dije antes de otra manera: ¡Feliz cumpleaños mí amado Savinien de Cyrano Caballero de Bergerac!

Quien omnipresente celebrará con usted cada día de su existencia.

Por siempre suya,
su amada Roxana.

XVI.- Hoy 14, repetirle mi razón de existir



París, 14 de Marzo



Adorado caballero:

Hace apenas unos minutos recordaba la última carta que le envié, donde le comento de mis andanzas con Scherezade, y mi promesa de contarle otras aventuras, pero en este instante son otras cosas las que están provocando que mis manos desborden algunas palabras para usted.

Quizá esta misiva no lleve muchas más palabras de las que ya le he dicho mi señor, pero como dejar pasar este catorce, y no decirle en este día en que celebro mi nacimiento a la dicha, ese que he llamado el reestrenar de mi vida, ese día en que con sus manos tibias apagó el oscuro terciopelo de soledades y mis dedos no volvieron a hojear tristezas. Ese día en que anidé las rosas en mis ojos y me bebí de su boca el aliento azul de los mares y esa paz del hombre que siempre esperé; deciros que agradezco no sólo mi nacimiento, sino el que en ese momento descubrí la razón de mi existencia.

Hoy, lamento el no poder cumplir esa promesa que nos hicimos de vivir cada 14 juntos, pero sé que aún hay muchísimos 14 por delante para que nos dejemos arropar por cielos azules, mientras la música calma nuestras ansias.

Hoy no le veré, pero quisiera repetirle algo que ya os he mencionado, y es que sepa que seré feliz si usted lo es, que sonreiré siempre para usted. Nunca amado, oculte sus preocupaciones o penas a mi, es imposible, porque presiento siempre su sentir y quiero saber que toma mis manos.

Mi adorado caballero, hoy 14 esperaré el ocaso con una plegaria en mis ojos, para que Dios me permita esculpirme por siempre en alegrías y pueda mostrarle sólo el color de mis sonrisas. Que me permita trocar los guantes que seducen por vendas tibias y posarlas sobre el cansancio en su cuerpo, girar a la izquierda las oxidadas agujas y tejerle en este día una hermosa historia, desvanecer lo que fue y esperar una nueva hora junto a usted mi señor.

Amor mío, hoy mientras trabaja, imaginaré libarme caricias de sus ojos menudos y sienta usted que mi silencio sin manos le roza... sonrío por usted y para usted en este nuevo 14 en nuestras vidas, en este nuevo 14 en que sé que es usted mi razón de existir.

Por siempre suya,
Su adorada Roxana.

domingo, agosto 19, 2007

XV.- Mis viajes con Scherezade... revelar el amor.


París, 5 de Marzo de 2004.

Mi amado Cyrano:

En este momento sólo me acompaña la tenue luz de mi candil, mi pluma, mi tintero y este pergamino... afuera la brisa espera mis letras para que vuelen en alas del tiempo hasta usted, mientras pienso en su ultima misiva, llena de remembranzas de su niñez y no puedo evitar que el rictus en mis labios delate la alegría por imaginar en mi cielo a un niño que desde siempre ha transitado en un jardín de caballos alados con su espada, sirviendo a los deseos del amor.
Me confiesa que todos estos relatos pertenecen a su intimidad... es entonces que he decidido ascender a una alfombra tejida con hilos de sueños y rememorar lo que ya estába escrito, hablarle un poco más de su pequeña.
En realidad puedo resumir mi niñez con pocas palabras, mi señor, porque usted ya sabe que fue corta, que siendo aún niña tuve que destejer mis crinejas y hacerme un apretado moño, pero si me habla de sus andanzas con ese testigo de la primera vez, hablaré un poco de mis paseos con quien me habló de su existencia también por primera vez.
Le cuento que mi madre acostumbraba cada noche, con la mágica realidad de su presencia, reunir a sus tres muñecas de verdad y pintar con palabras un mundo fantástico y hermoso. Así lograba trasladarnos a rincones increíbles. En uno de esos viajes conocí a una linda doncella, realmente cautivante y con un ingenio indescriptible. Recuerdo que su mirada reflejaba sabiduría y llegué a admirar su talento, aún más, cuando de manera casi imperceptible tomaba cada palabra de mi madre y continuaba ella el relato. El nombre de esta doncella es Scherezade.
Cielo, fue a Scherezade a quien por primera vez escuché hablar de amor y pasión. Recuerdo que era un relato sobre Unsal-Wudjud y su amada. He de confesarle amor, que no entendí claramente y le interrumpí para preguntarle que era amor. Ella me dijo:

--“Has de saber que el amor es algo muy duro, que ocultarlo causa un dolor capaz de derretir el hielo, es causa de enfermedades y sufrimientos, mientras que por el contrario, nada puede reprocharse a quien revela la pasión que siente”

-- Si duele, no quiero saber de amor!!! -le dije.

-- No podrás ya evitarlo, esa historia ya está escrita, pues hace más de mil y una noches que ÉL te ha presentido.

-- ¿Qué? ¿Quién es él? ¿Qué tiene que ver con amor? -le pregunté.

-- No te afanes niña, ese día, que ya está escrito, escucharás una dulce voz que te pedirá tu llanto acabar. Esa voz tendrá olor, olor a mares, sabor a sueños, color de vida. En sus manos traerá rosas deshojadas y con etérea pasión las lanzará al viento. Tomará tus manos y luego un abrazo que cubrirá tus penas, te besará sin pronunciar palabras y quedarás dormida en sus brazos. A partir de ese día no volverás a estar sola... omnipresente en tu vida por siempre estará, porque ese día reestrenarás tu vida para cumplir tu misión... amar y dejar sólo enterrada tu soledad –me dijo.

Amado mío, os aseguro que no sabía de qué me hablaba, pero ahora sé que esa historia si estaba escrita y qué usted es ese caballero que mi querida doncella refería en sus palabras.
Sepa usted que os escribiré nuevamente para hablarle de muchos otros cuentos que escuché de la ingeniosa amiga. Cuentos que escuché noche tras noche, aún después de que mi madre partiera a los cielos azules a contar historias a los viejos.
A cada instante grito a los cuatro vientos, a hombres y mujeres que yo le amo, pues he de preferir revelar esta pasión, a sufrir o enfermarme como me advirtió la talentosa e inolvidable Scherezade.

Por siempre suya.
Quien le ama,
su adorada Roxana.

XIV.- Quebranto...


París, 21 de febrero de 2004.

Mí amado caballero Cyrano de Bergerac:

Hoy he amanecido como siempre, con muchos deseos de usted, y cuando digo deseos quizás puedan pensar que es la carne de mujer la que anhela no sentir frío, pero cómo explicarle que este deseo es otra cosa, que este deseo se calma tan sólo con un instante de sus ojos, con una palabra de sus labios, con una caricia tibia de sus manos.

Le confieso mi señor, que he tomado nuevamente todos los pergaminos que albergan sus palabras, y las he leído todas, una y otra vez, tratando de volver a la calma sin estas ansias. Es entonces, amado primo, que puedo reír, brillar, llorar y sólo pensar en este amor puro y reconcentrado, mientras que le imagino escribiendo, y es que por momentos lo olvido, es por ello que os pido me disculpe.

Sé mi amor, que no puedo seguir pidiendo a nuestro Dios con esta vehemencia que me dé la oportunidad de convertirme en ave o mariposa cuando mi necesidad de usted sea tan inmensa - creo que aún sufro de la entelequia por mis febriles quebrantos de anoche-, pero amor mío, no puedo apartar de mi este deseo desmedido de entregarle mi amor a cada instante, de ver las rosas anidar en sus ojos, de sentir mis manos temblando de felicidad cuando acarician sus sienes cansadas, de leer en cada palmo de su cuerpo la poesía que hemos pintado sobre el amor, de que salgamos al prado a buscar flores y frutas, mientras el aire se peina con nuestros besos, como me ha escrito uno de los nobles caballeros que siente la existencia de Dios a través de nuestro amor, de darle mis “palabras de terciopelo celeste, alados lechos de amor acariciando el puente que une la música y su silencio”.

Amado mío, perdone hoy este quebranto, que estoy segura pasará, sólo quiero decirle que le amo como nunca nadie jamás amó y se me antoja gritarlo. La luz de nuestro amor, no es luz sobre su cuerpo y el mío, es la luz que permite a hombres y mujeres de este mundo sentir que Dios existe.

Por siempre suya,
Su amada Roxana.