martes, enero 31, 2006

I.- En esta mañana.


París, 16 de diciembre

Amado caballero de Bergerac:
En esta mañana, al igual que todas, desde aquella hermosa mañana de junio, cuando descubrí la gracia de vivir a plenitud mi inofensiva, pero incurable locura; aquel junio que me permitió recobrar la capacidad de poder soñar despierta, de poder saber lo que es la omnipresencia... he despertado con su imagen amarrada en mi almohada, con las ganas locas de tocar sus rostro sólo con mis ojos y esperar que el alba haga lo que yo no haría... despertarle sin antes posar mis manos tibias en su pecho.

He despertado con las ansias de llevarle ese cafecito antes de que se calce sus zapatillas... y es que a esa dama, caballero, le pasa lo que a usted... esa dama, desde ese junio vestido de sol, piensa en usted cada minuto vivido y es en estos días, que también son tristes para ella, en que se aferra con más vehemencia a las esperanzas.

Sabe usted, de repente su Roxana se ríe con el viento y contempla en silencio sus manos, como buscando la verdad de lo que tocan... de repente la veo saltar y es que está dejando libre a la mujer que estuvo prisionera en su carne. Ella anda desnuda esperando a su amado que le haga un vestido de besos y se vacía el alma cuando le escribe sus versos y cuando la febril ansiedad crepita en su sangre viaja en góndola hasta su encuentro.

Le contaré que en este momento no desencajaré mi rostro, porque por primera vez esta dama le confesará, que muchas veces se paseó por esa despedida que usted llama para siempre, pero igualmente le confesaré, ahora que soy triunfadora, que he de vivir para brindarle mis manos, las cuales usted ha vestido con terciopelos azules... siempre azules.Al igual que usted, no sé dónde moriré, pero hoy gritaré también a los cuatro vientos... LE AMO... desde ese ayer, hoy y hasta el final.
Suya.
Roxana.