domingo, octubre 28, 2007

XXIV.- Amigos, vosotros amaís EL AMOR




París, 14 de septiembre


Queridos amigos:

Aquí me tienen esta noche, muy cerca de una ventana abierta a las estrellas, alumbrada por un tímido candil, con mi pluma y tintero, dejando para más tarde la escritura de una misiva para mi adorado Savinien y escribir para vosotros y hablaros del AMOR.


Sé ahora, según me han confesado, que algunos de vosotros aprovecháis las horas de descanso del Caballero de Bergerac para aproximaos a sus aposentos y secretamente leer las cartas que para él escribo.Os confieso que no me molestáis con ello, que os respeto y creo además que este seguimiento de nuestro amor no tiene ápice de maldad, pero hoy me ha sorprendido sobremanera esa nota anónima que he recibido de uno de vosotros, donde leo que muere irremediablemente de amor y de celos, que pasa los días esperando las cartas destinadas a mi amado primo, para sigilosamente tomarlas a media noche y leerlas.


Pues sí, me ha sorprendido y preocupado, porque no quiere esta señora que alguno de vosotros padezca la angustia del desamor, pero medito y os digo que estáis equivocados, aunque he de agradeceros todos esos sentimientos que a mi entregáis. En el amor, tal como lo es el nuestro, el amor y los celos no pueden andar de la mano. El amor verdadero es libertad al volar sobre el cielo azul, confianza, respeto de espacios; porque cuando se ama todo es transparente, brillante, limpio y lo más importante, es que el amor real es entre dos que llegaron a ser uno.


Quiero deciros caballeros que esta mujer sólo sabe amar a su Cyrano, que no esperen que un día la fuente de mis besos, palabras, caricias hacia él se sequen, porque eso no ocurrirá jamás. Mi amado alimenta cada instante el AMOR, me sorprende, me sonríe, me guía, me enseña, me deja entrar en sus sueños, deja volar melodías que perfuman mis oídos, me hace temblar sin tocarle, sus manos escriben hermosos poemas de amor sobre mi blanca piel y por encima de todo, construye para ambos un tiempo en que ya por siempre yo repose en su pecho.Y llegará el día en que nuestras manos trabajen juntas; en que nuestros ojos se liben el mismo cielo azul, siempre azul; en que nos abrace la misma brisa y… amanecerá y perecerá el sol y nosotros nos seguiremos amando.


Déjenme deciros, respetados caballeros, que esta señora ama a ese señor, pero quiero que sepan también, que aquí estaré siempre, para recordaos que sí, que el AMOR existe y que no es a mi a quien aman, en realidad vosotros AMAÍS EL AMOR, este el amor de nosotros dos y que aunque sólo ÉL es mi delirio, vosotros seréis hasta el final de los tiempos mis más preciados amigos.


Agradecida, quedo a vuestros pies.

Roxana de Bergerac.

XXIII.- Canta conmigo que quiero decir que eres TÚ, mi delirio




París, 13 de septiembre
Mi amado Cyrano:
Quisiera hoy responder a todas esas cartas que ha dejado bajo el ladrillo para mi. Por ello he vuelto a tomar cada pergamino que me trae su amor, pasión, delirio de estar conmigo, pero también he pensado que mañana es 14 de este septiembre lluvioso y no podremos estar juntos tal como nos lo habíamos propuesto.
He de confesarle mi señor, que este no ha sido un mes en el que a cada momento desde mis labios broten esas sonrisas que usted tanto ama, porque según me dice, iluminan mi rostro; en el que el arco iris habite en mis ojos. De verdad he luchado tratando de encontrar la fortaleza para aceptar todas esas cosas que la vida nos pone por delante, pero que lamentablemente no nos enseñan a afrontar.
A veces, mi señor, me siento pequeñita y siento al mundo tan grande arropándome. En ese momento deseo convertirme nuevamente en aquella mariposa lunar, azul, que un día voló hasta usted para luego posarse en su hombro y sentir la tibieza de su rostro; quisiera estar con usted en mi tristeza, en mi alegría y en mi sufrir, porque en usted se encierra toda mi vida y si no está conmigo mi vida, no sé que hacer.
Mañana 14, al amanecer me gustaría sentir como la hiedra del amor atrapa mi cuerpo; sentir en mi espalda ese amor delirante que abraza mi alma, que es pasión que atormenta mi corazón. No podrá ser, pero mañana 14, levantaré mis ojos al cielo azul, siempre azul, y buscaré alguna nube cómplice que vaya a su encuentro y dibuje ante sus ojos una de esas sonrisas que tanto le gustan y le expresen como es de inmenso en el fondo de mi corazón mi amor por usted y le digan además, que yo soy sólo dichosa de sentir que usted me quiere también; que le digan que no me canso de saber de su amor; que no me cansaré de repetirle por siempre cuanto lo amo, porque esa es mi verdad.
Mañana 14, mi señor, no dejaré a los duendes cansados que quieren habitarme vivan en mi, porque mañana 14, aunque distantes, no habrá niebla que me hable de silencios.
Por siempre suya, quien le ama con todas sus fuerzas.
Su amada Roxana.

sábado, octubre 27, 2007

XXII.- Una estrella


30 de julio
Quizá muchos días he estado sin escribirle, pero sólo ha sido eso, no escribirle, porque pueden interrumpirse palabras que viajan en galope sobre un pergamino, pero jamás se interrumpe lo que conmigo siempre está, lo que en ocasiones siento me ahoga al no poder respirarle y me hace sentir deseos de brotar como espiga en la tierra que usted esté pisando, ser la brisa que en este momento le esté silbando al oído o quizá simplemente ser una mujer que a escondidas y silenciosa le pueda estar contemplando.
Muchas cosas quiero deciros mi señor mientras pienso muchas otras, cuando son cerca de las cuatro de la mañana de este día que recién despertará flores, árboles, aves, mujeres, hombres y niños. Hace algunas noches cavilaba sobre la vida, la muerte y la eternidad del amor y recuerdo que un día hablamos sobre el fin del amor en la tierra. Hablamos de que el amor de dos seres unidos por ese sentimiento bendito, termina en la tierra cuando uno de los dos se marcha a contar historias nuevas y viejas a los abuelos, y es fin en la tierra, ya que sólo es un viaje a otro espacio, donde el que parte, hace el camino que de seguido tomará el otro para continuar el relato que no terminará jamás.
Repentinamente, sin saber el por qué, se ha asaltado mi corazón al soñar que galopaba sobre un gran caballo blanco de crines azules. Iba sonriendo mi señor y sabía que me dirigía a un hermoso prado cubierto de rosas, en donde un sin fín de manantiales tejían la tierra. Mi corazón era corcel y sentí que rápidamente arropaba las agujas que se comen el tiempo. Pero ahora, en esta hora, en este prado en el que estoy, donde no hay ningún caballo blanco de crines azules, ni flores, ni ríos, ni usted, he pensado en que si llegara usted después de mi, no olvide tomar mis sueños, mis risas, mis manos llenas de amor sólo suyas y galopar junto a mi. No sé decirle que está sintiendo mi alma, si miedo, tristeza, frío, calor o ansias o quizá sea que quiero tomar las alas de ese caballo y llegar hasta usted.
Son tantas cosas que quiero conversarle mi señor, hoy que extraño el calor de su mirada y el abrigo de su cuerpo, pero le referiré lo que más me golpea en este instante. Hoy terminará un ciclo que nunca pensé haría tanta falta a mi vida. Durante seis meses tuve en casa una flor que fue pintada por su manos amado, y a la cual creo le he regalado unos nuevos pétalos, pero la vida está hecha de ciclos y por encima de todas las cosas, debe estar hecha de libertades. Otro jardín gozará de su aroma y color, de su alegría e ímpetu. Ahora quiero dar gracias a Dios, a usted, a ella, al destino, por haberme dado la oportunidad de cuidarla, protegerla, regarla y por encima de todo, amarla.
Quizá es como dice usted, una flor que siempre soñé o un árbol de sombras que ella siempre anheló, pero creo que más bien es una de las cuatro estrellas que sobre su vida, mi amor, posó Dios.
Amado, volveré a montar ese caballo, no sabiendo hacia donde me dirijo, pero sepa usted que a donde vaya, siempre le estaré esperando, porque sepa también usted que siempre le amaré como le he amado hasta hoy, ya sea en mi tierra, en su tierra, en nuestra tierra. Le amaré a través de las raíces de su pasado, de sus temores y alegrías. Le amaré en mi vida, en su vida, en nuestras vidas, pero también le amaré desde el cielo, le amaré desde cualquier otro espacio o quizá prendida desde el borde de una timida estrella.
Por siempre suya.
Su amada Roxana.

XXI.- Angustia



París, 13 de junio

Amado mío, hace días quiero escribirle, pero es bien sabido ahora por usted que todas las cuentas, letras, números y citas en mis manos se han borrado y eso ha desencajado mi vida.


Unos días atrás fui a buscar pergamino y el tintero. Allí encontré una carta de amor mi señor. Sí, una carta de amor, de un amor que no existió. Esta misiva también logro nublar todos mis sentidos y fue en vano mi intención de escribirle en ese día.


En este momento, en que siento tan mías aquellas palabras de angustia, que usted un día me escribió:


Son tuyas mis quimeras hoy

vuela el amor cuando te pienso

pero me entristece la verdad

porque te busco a mi lado

y no te encuentro…


es, entonces que siento que me consumo y no logro aliviar el alma que me duele, quizá porque presienta que usted está igualmente con dolor en su alma al pensar que no pueda calentar su cuerpo con mis ojos cuando le miran, que no pueda hacer brillar sus sonrisas ante el mundo, que no pueda calmar la sed en sus labios con mis besos y de repente vuelvo a leer cada una de sus cartas y esa carta que no llegó a su destino.


Esa carta fue escrita por mi hermano hace unos cuantos años y hoy que sé que no puede escucharme, lloro su ausencia. Sólo le pido a Dios le permita desde el cielo leer nuestras cartas amado, para que sienta que ese amor que soñó y que nunca conoció, ahora es vivido por su hermana; que ese amor que a veces sólo necesita de una pequeña sonrisa, de una palabra, de un gesto, está anidado en nuestras almas amor.


Amado sé que esta carta, por más que lo intento, no logra ser un torrente escarlata de pasión, ni lleva el aroma de los tulipanes que me gusta tomar cada mañana. Además, de que no puedo secar los mares en mis ojos. Pero cómo hacer amor, si debo guardar el canto de las aves, aunque me muera por querer dejarlas libres para volar y que usted escuche mi canto.


Discúlpeme mi señor, por toda esta nostalgia que nada hoy por mis venas, pero cómo he de ocultarle que de no verle, de no saberle, me siento caer en un mundo de lenguas lejanas y desconocidas, donde todo lo que se escucha es silente a mis oídos, donde todo lo que existe, no existe, donde todo lo que se mueve está estático.


Sí, discúlpeme, pero sepa usted que todo esto que siento es por no poder amarle de otra forma, además de que es la única manera en que se puede amar y es la manera en que siempre le amaré.


Es cierto aquello de que Su ella llora. Si cielo, lloro y por esto también le pido disculpas, porque la distancia en este día silencioso me golpea.


Por siempre suya.
Su amada Roxana.