lunes, febrero 27, 2006

XII.- El sueño de un beso.



Paris, 05 de febrero.

Amado caballero:

Ayer acudí a su encuentro, a ese lugar en lo alto de la colina donde me citó. A medida que me acercaba, sentía que mi corazón quería ir más a prisa que mis pasos. Cuando llegué a la colina contemplé ese majestuoso paisaje. Vi como las ramas de los árboles seguían el ritmo de la brisa, ¡estaban bailando para mi! y pude disfrutar de un abanico de mies queriendo alcanzar los cielos. Allí le esperé y al ver que pasaban las horas y usted no se presentaba, una extraña sensación de angustia comenzó a apoderarse de mi. Decidí temerosa bajar a la aldea, y aunque no conozco con precisión donde se encuentra su castillo de sueños, me dije que alguien debería conocer el lugar de sus habitaciones.

Al descender la colina me recibió un tímido manantial, al que le permití que besara y arropara mis pies. Comencé a recorrer las calles de piedra y a todos a mi paso les preguntaba por los aposentos del Caballero de Bergerac. Mis intentos fueron inútiles, hasta que un hombre con una dulce sonrisa escondida se me acercó y me dijo: “Veo en tus ojos que eres Roxana. Siento en tu voz la angustia por no hallarle, pero no permitiré que le encuentres y que él se percate de tus tribulaciones. Ve a casa”.

Amado, no pude convencerle, pero le juro que Dios le puso en mi camino. Con suaves palabras, como venidas de la brisa me dijo que usted me amaba. Me dijo que su ausencia no había sido voluntaria y que mi tristeza solo provocaría mayor sufrimiento a su corazón. En verdad logró ahuyentar mis temores y dejé que me acompañará de regreso a casa, mientras que en silencio le escuchaba hablarme de Dios, sueños y amor.

Ya en casa, después de muchos pensamientos revoloteando en mis sienes quedé dormida.

Cielo, hoy amanecí más tranquila, con el recuerdo aún tibio de un sublime sueño. Estaba en un hermoso lugar rodeado de árboles y flores, un silencio imperturbable como para dejar oír los gritos del alma. Una hermosa montaña me tenía a sus pies y en lo alto, la neblina se desdibujaba lentamente al dejarse atrapar por hilos de sol. Olía a heno fresco y sólo un arpegio de esquilas arropaba mi vida, mientras sentía mis manos asir la brisa que me sonreía... y ese beso.

Adorado primo, ese sueño ha alimentado mi alma...con esas pequeñas cosas que sustentan mi mundo... con la naturaleza que parece estática ante nuestros ojos, pero que se dibuja con más de mil colores... con las flores que en ocasiones parecen adornos inmóviles, pero que hablan con su forma y con su aroma... con las manos que sueñas lejanas, pero que sientes sin tocarlas... con el sol que parece rabiar por su calor, pero que da vida e ilumina nuestros pasos... y con la dulce nostalgia que quedó en mi existencia con el sueño de un beso...

Una última cosa os quiero decir, nunca será demasiado el amor que os entrego, porque no os podría amar de otra manera.

Por siempre suya. Su amada Roxana.

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